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Crítica de: Sólo quiero caminar

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Nadie hablará de nosotras cuando hayamos caminado

Si hace unos años (exáctamente trece) el madrileño Agustín Díaz Yanes deslumbraba a crítica y público con una arrebatadora ópera prima Nadie hablará de nosotros cuando hayamos muerto, en esta ocasión decepciona, con un producto muy similar y de menor categoría en cuanto a guión se refiere y también en cuanto a interpretaciones.
La acción vuelve a discurrir a caballo entre México y España, si bien en esta ocasión la mayor parte de la trama se desarrolla en el país de los mariachis. Un trama tan simple y previsible que resulta incluso más interesante la historia de ficción que el hijo de Gloria se inventa para el colegio acerca de una araña mutante. Todo está rodeado de un clima de escasa credibilidad; desde las ladronas de poca monta (o mucha, dependiendo del matiz sexual que se le de a este término) que emulando al mítico Mac Gyver se introducen en viviendas “como Pedro por su casa”, pasando por unos personajes que pretendiendo ser tarantianos se quedan flojas parodias de los mismos, hasta un final falto de imaginación y con pocos recursos narrativos.

La manera en que se nos presentan las escenas de acción aprueba (por los pelos) por méritos propios en un terreno que Agustín domina con creces, aportando cierta soltura y reflejos, aunque en ocasiones (no pocas) vuelve a pecar de ingenuo en escenas poco realistas donde ni “los Angeles de Charlie” se hubiesen desenvuelto con tanta habilidad. En ningún caso puede ser suficiente para una película que tocando un género tan interesante flojea en sus aspectos más básicos e imprescindibles.

Los personajes están tan mal estructurados que las actrices fracasan en su empeño de mostrarnos sus habilidades, tanto Victoria Abril como madre coraje y Mata Hari a su vez, en ninguna fase de la película convincente, como Pilar López de Ayala como la más insegura de todas, a la que le tiembla la mano de sólo acercarse a un arma y mucho menos la ingenua y poco menos que tonta borracha que le toca interpretar a Elena Anaya.
El único papel destacable (en cuanto a mujeres se refiere) es sin duda el de la espectacular Ariadna Gil, aportando belleza, gancho y una manera de caminar que vuelve loco al más pintado (además de a Diego Luna). Un papel, el de Aurora que por sí solo podría justificar cualquier interesante thriller de acción convirtiéndose en nuestra Lara Croft casera (y con más bonitos labios por cierto). Un personaje muy potenciado, pero insuficiente para darle cuerpo a este festín de imágenes sin mucho argumento.
Mención especial requiere un gran Diego Luna en un papel que domina sin mucho esfuerzo y que destaca entre todo el reparto, de grandes nombres y poco efectivo. ¡Ojalá consiga llevarse a la chica, el galán Baby Face!

Si se tratase de una ópera prima llevada a nuestros cines no tendríamos más remedio que aplaudir ante una prometedora cinta que apunta maneras, pero tratándose de Díaz Yanes y de un precedente tan cercano no queda más remedio que sentirse decepcionado y con cierto sonrojo ajeno ante un proyecto que más parece un divertimento personal que una novedad en nuestras pantallas, y que para este viaje al menos se hubiese agradecido la presencia nuevamente del gran Federico Lippi enriqueciendo –algo al menos- el (en varias ocasiones) largo y pesado metraje, donde abundan más escenas de felaciones sin ton ni son, que de brillantes contenidos de acción.

Mucho me temo que nadie hablará de esta película por mucho tiempo, porque nadie ha tenido la agudeza necesaria para intentar sorprender a un espectador ávido de thrillers que le mantengan atado a la butaca con un mínimo de tensión y realismo.

sergio_roma00@yahoo.es

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Pregunta Digital: Selma Blair


Con motivo de la promoción de Hellboy 2, tuve oportunidad de preguntar a Selma Blair acerca de su papel en la película, en un Encuentro Digital con El País

Pregunta nº5

Hola Selma, ¿no tienes miedo de encasillarte en papeles de este tipo, de los que luego te cueste salir? Gracias.


¿En papeles de piroquinética? Jaja. No, realmente nunca me ha preocupado que me encasillaran en un papel. Evidentemente, hay cosas mucho peores que seguir repitiendo el papel de superhéroe.


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Pregunta Digital: Tristán Ulloa


Pregunta Digital a Tristán Ulloa en un Encuentro Digital para El País, con motivo de su nominación al Goya por su Interpretación en "Mataharis" y su nominación como Director Novel.

Pregunta nº21

Buenas tardes Tristán, primero felicitarte por tu papel en "Mataharis" y desarte suerte para los Goya, y preguntarte: ¿en qué faceta te sientes actualmente más cómodo, como director o como actor? Gracias.


Muchas gracias. Yo me considero actor, pero estoy descubriendo lo que es la dirección, y me está ayudando mucho para mi trabajo como actor, y viceversa. Creo que son dos puntos de vista para abordar la misma profesión.


Leer Encuentro Digital

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Pregunta digital: Eduardo Noriega


Con motivo de la presentación del thriller "En el punto de mira", tuve ocasión de hacerle una pregunta a Eduardo Noriega en un Encuentro Digital para El País. (29 Febrero 2008)

Pregunta nº39:

Hola Eduardo, en cuanto a tu carrera internacional ¿piensas ser selectivo a la hora de elegir tus papeles como Javier Bardem, o en principio vas a aceptar también propuestas comerciales como Antonio Banderas? Gracias.



Intentaré hacer películas de todo tipo. Las películas comerciales pueden hacer que accedas a directores que no te conocian aunque yo tengo una carencia natural a películas más de autor, digamos.


Leer Encuentro Digital


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Crítica de: Max Payne

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Demasiado artificio para tan poco fuego.


Si nos encomendamos a la noble y voluntariosa tarea de buscar referencias cercanas a esta película, nos saldrán a borbotones, como la sangre que chorrea en no pocas escenas de esta película. Y es que la historia es tan conocida como - ya a estas alturas- tediosa. Con escasas novedades y falta de originalidad, nos podemos remitir a todo ex-policía al cuál asesinan a su familia y decide tomarse la justicia por su cuenta. ¿A que suena? Pues eso y poco más.


El guión, inspirado en el videojuego del mismo nombre, es tan simple que ofende, repleto de situaciones harto conocidas e intentando -que no consiguiendo- dar forma a una historia más propia de cómic o del mencionado videojuego que de una digna película de acción. Aprovechando el tirón de la magnífica "Infiltrados" y siguientes, se recurre a Mark Wahlberg y nuevamente a su personaje de policía duro para buscar una credibilidad que en contadas ocasiones se logra. Su interpretación no se puede catalogar de nefasta, pero habida cuenta de la limitación de su papel y de la simpleza del guión, nos encontramos con un borrón (otro más) en la trayectoria de este actor que tanto nos gustó en la película de Scorsese y que poco a poco se va encerrando en papeles poco seleccionados y más al gusto de un consumidor fácil que puede llegar a hastiarse de su presencia en papeles similares.

Hay, en cualquier modo, alguna que otra escena (inspiración "Matrix"), que llega a resultar aceptable e incluso destacable dentro del maremagnun de imágenes harto conocidas, situaciones mil veces recurridas y diálogos tan mediocres como insustanciales. Así como imágenes virtuales de cierta belleza que nos permiten saborear de vez en cuando algo del cine "simcityano" que tanto gustó en su día. No es argumento suficiente para sostener este flojo film, pero al menos resulta agradable contemplar efectos especiales aceptables, que intentan fusionar cine con videojuego con disparatada suerte y con poco ingenio.

Si tuviésemos que quedarnos con algo, habría que hacer un ejercicio de frivolidad intencionada para disfrutar de la belleza de Mila Kunis, y sobre todo de Olga Kurylenko, en un papel tan breve como deslumbrante físicamente y bien interpretado. Pero al igual que sería absurdo ver "Santos" para disfrutar de la presencia de Elsa Pataky tampoco es de recibo ver "Max Payne" por Mila y Olga, y sí más bien para entretenerse con una sencilla y sin mucha pretensión película de acción al uso, que gustará al que atraído por el videojuego no busque más allá y se sienta reconfortado por escenas de acción e interpretaciones irreales.

Ha nacido un nuevo héroe en la ciudad. ¡¡Corta vida a Max!!



sergio_roma00@yahoo.es

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Crítica de: Santos

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La floja aventura del superhéroe "niño bola".


Sería complicado intentar calificar esta película por la informalidad que la rodea pero por otro lado sería sencillo encontrar adjetivos que la definan con más o menos acierto. Para la primera empresa acudiremos a los propios creadores que la califican más o menos como una comedia romántica con elementos de aventura y ciencia ficción. Aunque resulta una larga calificación, no es del todo desacertada. Para la segunda admitamos esperpento (en su mejor sentido), divertimento, parodia y –sin ánimo de extenderse mucho en este sentido- cutre aventura de ficción.
La película se apoya en dos pilares fundamentales, uno profesional y otro estético. El profesional lo aporta Guillermo Toledo, auténtico provocador de la risa y en un papel hecho a su medida se convierte en la mayor garantía cómica que posee este curioso film. El segundo es sin duda Elsa Pataky; con una belleza deslumbrante aporta ese toque de sensualidad que siempre posee, en este caso acentuado y tremendamente efectivo. Elsa constituye sin duda un aliciente que a buen seguro llevará a mucha gente a las pantallas, y una potente publicidad, y eso lo saben muy bien los productores. Su interpretación sigue siendo adecuada sin todavía destacar.

El resto de reparto cumple discretamente con unos personajes poco trabajados y con poco margen para destacar, donde Javier Gutierrez, protagonista absoluto se presenta con capa de superhéroe en forma de toalla y camiseta auto fabricada, y poco más puede hacer con personaje soso y mal estructurado. También conviene mencionar a Leonardo Sbaraglia, que por un momento deja a un lado registros más serios para divertirse con un papel bien interpretado del típico villano pseudo Joker.

Todo está conformado para mostrar una versión-parodia de películas de super héroes, y como tal resulta floja. En este sentido la aportación a este subgénero sigue dominándola Santiago Segura con su rentable ”Torrente”. Este “Santos” resulta curioso en ocasiones pero en general un halo de patetismo rodea todo su entorno y no lo suficientemente gracioso como para que aguante el peso de una producción en general decepcionante. La comedia no funciona más que con la presencia ya mencionada de Guillermo Toledo, y los referentes son tantos como poco trabajados.

El chileno Nicolás López, del que sólo teníamos de referencia su discreta “Promedio rojo” dirige una floja cinta sin excesivas ambiciones que busca más un aplauso fácil que un reconocimiento más serio; una frivolidad de escaso gusto y con un guión simple, enmascarado en una compleja explicación.

A destacar en todo caso algún efecto especial apreciable, un meritorio trabajo de maquillaje y alguna escena concreta destacada.

Para pasar un rato, si no se tiene nada, absolutamente nada que hacer.

sergio_roma00@yahoo.es

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Crítica de: Tiro en la cabeza

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Cuando la imágen supera a las palabras

Que una película que trata sobre el terrorismo destaque en un primer momento por su forma más que por su fondo ya le otorga un punto singular e innovador a dicha película. Si además de eso, cuenta con actores no profesionales y poco conocidos estamos hablando definitivamente de una película definitivamente novedosa, especialmente para los que todavía no se han adentrado en el sincero y fascinante cine de Jaime Rosales.

“Tiro en la cabeza” nos relata el terrible suceso que hace relativamente poco tiempo conmocionaba al país, con el asesinato de dos guardia civiles en la frontera de Francia por parte de ETA. Pero es la manera de relatarlo lo que le otorga a esta película un valor añadido y una oportunidad para profundizar en un cine muy diferente al que estamos acostumbrados. Jaime Rosales se enfrenta al reto de romper con la pereza de un espectador medio que sabiendo que estamos ante una película sin diálogos le cueste sentarse a dar una oportunidad a este trabajo.
La ausencia de diálogos pudiera resultar en principio una barrera de difícil traspaso, pero finalmente se convierte en un ejercicio estimulante, que nos devuelve a ciertos aspectos mágicos de aquel cine mudo de Murnau, Lang o el mismo Chaplin pero desde una perspectiva contemporánea. Rosales apuesta por el silencio, y el lenguaje gesticular para transmitir emociones e ir desarrollando una trama que se presenta como cotidiana y acaba siendo de una violencia impactante. El director nos muestra algo que en el fondo todos intuimos pero que cuesta creer: que tras un terrorista existe una personal “normal”, con sus fracasos, miserias, amistades, familia y momentos cotidianos reconocibles por todos. Esto será quizás lo que más polémica generará en torno a la película. Los diálogos, si se escuchasen, serían de lo más intrascendente. Por ello, no se puede hablar de que no encontremos ante una película de sentimientos, sino más bien de realidades auténticas y de momentos usuales dentro de un macabro marco de sinrazón y violencia.

Rosales además nos presenta las escenas desde una perspectiva lejana, con lentes de larga focal, lo que permite pasar desapercibido al equipo y a los actores rodar con la naturalidad que en ellos es habitual para conseguir un efecto de hiper realismo con el que ya nos desbordara también en su anterior y premiado trabajo “La soledad”. De esta manera, el espectador se siente como un voyeur en numerosos momentos de la película, y por tanto con la capacidad de sacar conclusiones y de sentirse partícipe de la misma, en una elipsis narrativa que permite rellenar numerosos huecos a la hora de intentar una interpretación particular y sui generis de lo que está sucediendo.

La película además contiene discretas metáforas tanto en las escenas más intensas como en las aparentemente menos trascendentes como la exposición de carteles publicitarios en momentos puntuales como crítica a la también violenta política capitalista que nos aborda en la actual sociedad, donde la publicidad ha tomado la palabra y pretende confundir las conciencias.

Ion Arretxe, que ya había trabajado con Rosales como director de arte, lo cuál vuelve a hacer en esta película, realiza su primer trabajo interpretativo, y lo solventa con acierto, metiéndose en la piel de un terrorista de manera extremadamente creíble como ya hiciera también Carmelo Gómez en “Días contados”. Ion le otorga al personaje la naturalidad necesaria para que puede ir evolucionando sin apenas sobresaltos, ni giros interpretativos reseñables ni criticables.

La película, cuasi experimental y valiente se sostiene con aparente fuerza pese a que en momentos pierda -lógicamente- intensidad, y permite un final que aunque conocido no deja de sorprender y conmover a partes iguales.
Ajeno a interpretaciones de uno u otro espectro político, Rosales simplemente ha querido mostrar una realidad ampliamente conocida y de alguna forma poner un pequeño grano de arena en la resolución de un conflicto que debe llevar inevitablemente a una paz tan placentera como la que presenta el director en la primera escena, con un mar aparentemente tranquilo, con tan sólo alguna pequeña y turbulenta ola en el fondo.

sergio_roma00@yahoo.es

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Crítica de: Reflejos

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Aburridos espejos en busca de un reflejo


Resulta ciertamente perezoso comentar una película desde el momento en que la historia es archiconocida y exprimida hasta la saciedad, sin que encontremos en ningún momento algún rasgo diferencial o algo destacable que pueda distanciarse de sus numerosas predecesoras.
La historia es tan reconocible como el típico policía que deja el Cuerpo para terminar siendo vigilante de Seguridad en un Centro Comercial que se quemó hace tiempo, y lo único que queda son los espejos. Los protagonistas (dichos espejos) no contienen la categoría de elemento aterrador en ningún caso y lo que promete ser un aluvión de escenas terroríficas y sobresaltos varios, se transforma en una monótona sucesión de clichés mal elaborados y peor reconducidos por quién debiera dominar este campo aunque sólo sea en su plano más comercial.
Alexandre Aja fracasa desde la elaboración del guión hasta la forma en que lo desarrolla, convirtiendo su largo metraje en una aburrida sucesión de escenas sin excesivos momentos de género.

Ni siquiera la presencia de Kiefer Sutherland puede levantar este trabajo y se contagia del clima general de la película, mostrando una interpretación excesivamente plana que en ningún caso proporciona la fuerza necesaria para crear una tensión adecuada más allá de esporádicos ataques de ansiedad. Aún así, es de lo poco salvable en este naufragio donde sólo se refleja el poco acierto a la hora de crear un producto meramente aterrador.

Sin miedo, ni sobresaltos destacables ni un giro inteligente en el guión original, uno se pregunta para qué un remake de la coreana “Into de mirrors”. Un “para qué”, que muchas veces debiera prevalecer antes de emprender un proyecto que necesita de un mínimo de elementos esenciales para convencer a un público en ocasiones exigente con este maravilloso género.

Si “Las colinas tienen ojos” supuso un paso hacia adelante y una buena aceptación general, “Reflejos” supone un paso hacia atrás, en un director que se va especializando en dicho género, pese a que en esta ocasión no se vea dicha especialización reflejada con maestría en ningún momento.


sergio_roma00@yahoo.es

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Crítica de: Los limoneros

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Acido retrato de una complicada convivencia

Como casi todas las películas que afrontan o intentan afrontar un proyecto cinematográfico acerca de un conflicto de gran envergadura, “Los limoneros” pretende encontrar un camino donde poder llegar a un entendimiento más o menos objetivo del problema que trata y de las consecuencias que genera.
Aunque la película gira en torno al conflicto israelí-palestino, la historia se centra en un caso anecdótico concreto, de poca repercusión internacional –a priori- pero de gran trascendencia para los afectados, como es la expropiación o no de una plantación de limoneros en una zona de alta seguridad para un ministro israelí. Ello dará paso a toda una serie de consecuencias que, con el telón de fondo de los complicados entresijos políticos y administrativos de la zona, serán de relativa importancia para adentrarnos en un modo de vida poco conocido y en una convivencia ardua y compleja.

Aunque el novel realizador Eran Riklis prescinde de una excesiva carga de profundidad a la hora de mostrar la vida en Jerusalen, ello no le resta importancia a su carácter político y sobre todo social que la película conlleva y cada caso anecdótico sirve para resaltar algún aspecto concreto de una vida que no por ser cotidiana adquiere valores importantes. Riklis ejerce su particular crítica tanto de la supremacía de Israel en algunos aspectos y la consecuente humillación al pueblo palestino, como del pensamiento musulmán y su fuerte presión hacia la mujer. Lo primero lo logra a través de todo un entramado policial y militar, además de judicial, y de los personajes del Ministro (Doron Tavory) y su nada indiferente mujer (Rona Lipaz-Michael) en un papel realmente bueno que plasma la perplejidad y asombro que cualquiera puede sentir hacia la sinrazón y la injusticia. Lo segundo lo consigue a través de la hábil maniobra de hilvanar una relación de amor entre el abogado (Ali Suliman) y la protagonista de la historia, una conmovedora Hiam Abass, (la que más experiencia aportaba en el cine y la que consigue sobrellevar todo el peso de la película con una naturalidad y maestría sorprendentes), enfocando de esta forma la atención hacia el trato que la mujer musulmana recibe por parte de su propio pueblo y la poca capacidad de decisión que tiene en cuestiones tan humanas como el amor.
A su vez, Riklis aprovecha para poner en tela de juicio el papel de los medios de comunicación y sobre todo el poder que contienen, capaces de influir en decisiones y en ámbitos tan importantes como la justicia.

Las imágenes son por lo general frías, sobrias, en un intento por mostrar la realidad con la intensidad suficiente para provocar el efectismo necesario, que pueda reflejar una situación que sin ser real pudiera haber sucedido perfectamente, o simplemente puede suceder en un futuro.
“Los limoneros”, viaja humildemente tras la estela de grandes films como “Paradise Now” o el documental “Promises “ sin perder en ningún momento el norte. Sin la grandeza sin embargo de aquellas pero con corrección y encanto, adquiriendo en cada tramo más y más autenticidad, hasta convertirse en una ventana desde la que observar un mundo que no por ser un tanto lejano y desconocido en muchas ocasiones, deja de tener trascendencia en un plano tanto político como social.


sergio_roma00@yahoo.es

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Crítica de: Sangre de mayo

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Cuando el pueblo madrileño se levantó en armas


Al observar los detalles y prolegómenos que anteceden a esta película, que la transforman en un proyecto de encargo, resulta complicado evadirse y comentarla sin sentir cierto rechazo ante una posible intromisión estamental. Confiando en la independencia de un director de la talla de Jose Luis Garci, podemos suponer que ha trabajado en este proyecto con la suficiente libertad como para poder plasmar su talento en un trascendental episodio de la historia de nuestro país.

Decir que el pueblo madrileño se levantó en armas es una exageración por esto último: por las armas, puesto que piedras, cuchillos y palos fue lo que se utilizó para intentar acabar con el ejército invasor de las tropas de Napoleón. Es esto sin duda lo que le otorga al episodio, y en definitiva a la película que nos ocupa un carácter épico muy atractivo y singular que ha sido llevado a la literatura en innumerables ocasiones pero no tantas al cine. Y ha sido Jose Luis Garci, por elección expresa de la Presidenta de la Comunidad de Madrid, el encargado de poner el broche final a los actos del Bicentenario 2 de Mayo, realizando una película sobre aquellos acontecimientos. Para ello ha contado con un “guionista” de lujo, como es Benito Pérez Galdós (escritor abiertamente admirado por Garci), y en concreto dos de sus “Episodios Nacionales” para llevar a cabo una visión épica de unos sucesos históricos, aunque en una adaptación libre de aquellos Episodios, cambiando por ejemplo el final de los personajes principales.

Lo más destacable y sobresaliente de esta –libre-adaptación, es sin duda la ambientación de la época. Aquel Madrid del recién estrenado siglo XIX queda perfectamente plasmada a través de unos majestuosos decorados, un vestuario fascinante y por supuesto unos personajes perfectamente representados; desde la más baja humildad de las gentes de a pie, hasta la alta aristocracia; todos con sus vicisitudes, problemas y en definitiva vidas cotidianas que se verán alteradas por la progresiva inclusión de un ejército extranjero por el que no sienten excesiva afinidad. Es en el plano mundano donde precisamente destacan los personajes en su más alta plenitud, especialmente Gabriel Araceli, interpretado de manera soberbia por un joven y talentoso Quim Gutiérrez, que se hace cargo de todo el peso de la película con una maestría impropia de su corta experiencia y con un papel que brilla con luz propia en cada escena, en una época escasa de luces y repleta de sombras. A su lado su amada Inés, en un discreto trabajo de Paula Exebarría y su amigo Paco interpretado por un Enrique Villén en un buen momento, completan a grosso modo un triángulo que reflejará el conjunto de una sociedad que vivía a expensas de un futuro poco esperanzador. No obstante, no podemos olvidad a Lucía Jiménez que vuelve a ser revolucionaria (después de su buen papel en “Silencio Roto”) y consigue además transmitirlo, ni al bonachón de Don Celestino (Manuel Galiana) y su papel de mediador. Igualmente destacable es la aportación de Carlos Larrañaga en un papel que le viene como anillo al dedo y de Miguel Rellán siempre tan genial en sus innumerables papeles.

Con todo este elenco de personajes y actores, unido al trabajo técnico, era difícil no lograr una buena ambientación, que además se ve favorecida por un cuidado guión que mantiene con cierta regularidad un hilo argumental interesante y ameno. Sin embargo, los momentos épicos y emocionantes, aunque buscados, no resultan tan positivos, y da la impresión que falta algo para que la película termine de ser redonda y consiga trasmitir la grandeza de un momento histórico que fue fundamental en el devenir de un pueblo harto de intrusiones ajenas.
La mano de Garci es palpable (positivamente) en numerosos aspectos y supone un paso más en su brillante carrera, en una película en la que vuelve a mostrar su gusto literario y su pasión por ilustrar las letras de los grandes literatos, especialmente Galdós.

Nos encontramos ante un film épico narrado con sencillez, experiencia y ligeras dosis de acción que completan una cinta entretenida y especialmente recomendable para conocer y disfrutar de uno de los episodios más importantes de nuestra historia.

sergio_roma00@yahoo.es

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Crítica de: Batalla en Seatle

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"Si les dejamos se llevarán todo lo bello"

Abordar una película sobre un tema tan incómodo para los altos estamentos como los movimientos sociales contra los grandes Imperios contemporáneos, supone un mínimo de valentía, ciertas dosis de talento para escenificarlo y una cámara sumamente objetiva que impida implicarse lo menos posible. El joven realizador irlandés Stuart Townsend logra un aprobado alto en este desempeño, a base de mucho descaro, algo de imaginación y ligero oportunismo con viento a favor, en lo que es su atrevida y acelerada ópera prima.

El esquema narrativo no es novedoso: hecho histórico que se desarrolla a través de personajes muy concretos intentando conseguir un conjunto con cierta credibilidad. La novedad radica probablemente en la historia en sí, donde la batalla se lleva a cabo en una ciudad emblemática de EEUU como es Seattle y por dos bandos muy antagónicos. Por un lado manifestantes pacíficos en contra de las reuniones de la Organización Mundial del Comercio y por otro lado el poderoso Imperio que respalda dicha Organización, con la policía anti disturbios como peón ejecutor en una batalla excesivamente desigual.

El gran acierto de esta película lo encontramos en la especial habilidad que supone describir un hecho histórico reciente dotándole de los elementos necesarios para conseguir un semi documental en algunos momentos, enriquecido además con imágenes reales que aportan mayor fuerza al cometido, y enlazadas acertadamente con la ficción, creando un enérgico clima de autenticidad que a su vez le aporta trascendencia a lo que va sucediendo a lo largo de toda la trepidante película. La tensión –necesaria- se sostiene con fluidez en una batalla que contiene muchas más connotaciones y matices que la mera lucha física pudiera ofrecer, escenas violentas que por otra parte están sobriamente logradas.

Sin embargo “Batalla en Seattle” flojea en otros aspectos menos importantes pero destacables, como puede ser el tratamiento de algunos personajes, que si bien en el lado manifestante se acierta tanto con la elección de los actores (sensacionales tanto Martin Henderson como Michelle Rodríguez) no sucede lo mismo con los personajes del policía y su mujer, donde Woody Harrelson y Charlize Theron no consiguen el grado de veracidad necesaria para el discurrir del relato, y pese a que sus interpretaciones son aceptables, sus personajes resultan poco convincentes. Aunque sin duda, el personaje de la periodista que va sintiendo afinidad con la lucha pacífica llega a un grado de esperpento que desentona con el clima general del film. Algo mejor encontramos en cambio a Ray Liotta en un papel de alcalde sufridor y con todas las papeletas de perder su batalla personal.
Nunca están de más películas de este tipo, que abordan temas importantes, que pueden generar debates o quizás despertar conciencias, y más cuando se elaboran con la necesaria precisión y habilidad para conseguir que en algún momento del transcurso de esta historia, haya espacio para situaciones emocionantes, como el momento en el que Lou le comenta a Jay la razón de continuar con la lucha pese a los fracasos y las decepciones: “Si les dejamos, se llevarán todo lo bello”. Frase que resume perfectamente el espíritu que rodea a toda la película, y la sinceridad con la que se emprende el proyecto.


sergio_roma00@yahoo.es


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Crítica de: El niño con el pijama de rayas

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Pijamas para gente sin sueños


En muy pocas ocasiones se puede afirmar que una película supera a su libro homónimo, pero en este caso así ocurre; eso sí, por los pelos. Y es que no lo tenía excesivamente difícil el discreto director Mark Herman (al que el proyecto pudiera haberle quedado demasiado grande), ya que la novela –un auténtico best seller- de John Boyne no se trata pese al gran número de ventas, de una gran obra. Es un libro juvenil, y por ende una literatura enfocada a un lector adolescente, sin apenas recursos narrativos ni elementos sustanciales de los que hacen grande a la literatura. Eso sí, la historia es como poco original en un terreno donde hay poco margen para ello, y la adaptación al cine ha suscitado por tanto cierta expectación.

La novela y película tratan principalmente sobre el Holocausto, pero de una manera bastante original; desde la perspectiva de un niño (Bruno) que no entiende por qué sus vecinos pasean noche y día con un pijama a rayas. El relato gana en intensidad conforme Bruno contacta amistosamente con un niño judío (Shmuel) al otro lado de la alambrada.
Mark Herman ha contado con la inestimable ayuda del propio escritor para desarrollar el guión de esta película, y de este modo el resultado final ha sido una muy fiel adaptación de la novela, con tan sólo un par de elementos diferentes en cuanto al personaje de la madre de Bruno, interpretado por Vera Farmiga, y un ligero cambio al final que sin duda enriquece la historia. Es el personaje de Vera Farmiga –en un trabajo fascinante- el que posiblemente adquiera mayor interés en la medida en que la madre de Bruno va conociendo poco a poco los horrores del Holocausto y en su negativa a participar (de manera siempre muy indirecta) en dicho panorama, lo que se traducirá en una lucha consigo misma, su marido y su intención de proporcionar una digna y humanitaria educación a sus hijos, en lo que se convertirá en una insostenible situación moral. Su buena interpretación permitirá una perfecta complicidad con un espectador atónito ante un horror semejante.

En torno al Holocausto, las magistrales “La lista de Schindler” de Steven Spielberg y “El pianista” de Roman Polanski están muy por encima de esta cinta, en cuanto a la profundidad de personajes y tema y en cuanto a la consecución de atmósferas más acordes con la terrible situación de aquella época.
“El niño con el pijama de rayas” es una interesante y sensible fábula que gusta, entretiene pero no consigue transmitir en toda su amplitud la carga dramática e histórica que esa época conlleva. Aún así tanto director como escritor aprueban con buena nota en un más que aceptable trabajo, por el que nunca olvidaremos la terrible paradoja que puede suponer portar un pijama por quién ha perdido ya la posibilidad de soñar…

sergio_roma00@yahoo.es

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Crítica de: La desconocida

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La dura batalla contra los fantasmas del pasado

Si hace unos años (exactamente veinte), el cineasta italiano Giuseppe Tornatore sorprendía a propios y extraños con una enternecedora historia acerca del cine mismo y la magia que encierra, con su segundo (y oscarizado) largometraje “Cinema Paradiso”, en esta ocasión nos presenta una historia menos tierna y con una gran dosis de turbación, intriga y momentos tensos a partes iguales, en una historia cargada de enigmas, y viejas historias del pasado que amenazan con regresar.

Si, como escribió Almudena Grandes, “Malena es un nombre de tango”, Irena (la protagonista sconosciuta) es un nombre (en esta película) de sufrimiento y dolor, en una narración repleta de matices, con una hábil alternancia del tiempo donde dolorosos recuerdos se mezclan en el momento preciso con un presente donde las aguas discurren mansas, mientras Irena intenta ordenar su futuro. Un complicado pasado marcará toda la vida de la “desconocida”, una joven ucraniana que luchará por adaptarse a una nueva vida, en un lugar diferente y ante nuevas adversidades.

Para rodar esta nueva película, Giuseppe Tornatore ha contado con elementos ya característicos de su cine, como una cuidada fotografía a cargo de Fabio Zamarion, una excelente banda sonora, de la mano de Ennio Morricone, habitual en el cine de Tornatore, y unos actores ciertamente creíbles. Las innovaciones las encontramos en los elementos de intriga, momentos enigmáticos, especialmente al inicio, y una oscuridad tan bien acomodada que en ningún momento pierde efectividad ni fluidez, y que estimula una historia ya de por sí tiene los elementos necesarios para mantener al espectador en la butaca con cierta tensión.

Bien es cierto que nada de esto sucedería con tanta fuerza dramática sin la excelente interpretación de una “desconocida” Kseniya Rappoport, en un papel tan complicado como apasionante y en una interpretación muy destacable que hará que la veamos más a menudo en las pantallas de cine. Ella se hará cargo de todo el peso dramático en un mundo en el que nadie podrá o querrá entenderla, envolviendo toda su existencia de una palpable soledad donde el tormento será su único compañero junto a una efímera y fugaz esperanza de “resurrección”.

Aunque nos encontramos probablemente ante una de las películas europeas del año, y ante un feliz retorno de un gran cineasta heredero del neorrealismo italiano, falta algún que otro elemento importante para que estemos hablando de la gran obra de Tornatore, aquel que deslumbrara con la maravillosa “Cinema Paradiso”, y que poco a poco va cimentando una trayectoria tan respetable como intensa, en un universo que domina y que modela con las diferentes variantes que su talento le permiten.


sergio_roma00@yahoo.es