Póker de ases en buenas manos
No es labor nada sencilla
adaptar una obra de teatro (de gran éxito) como “Un dios salvaje” (de la
autora francesa Yasmina Raze, que pudimos disfrutar en nuestro país de
la mano de Aitana Sánchez Gijón, Maribel Verdú, Pere Ponce y Antonio
Molero) al cine y que el resultado sea como mínimo correcto. Pero más
difícil aún es que en base a unas interpretaciones magistrales, una
dirección sublime y una adaptación de guión elaborada y estructurada
hasta el más mínimo detalle, estemos hablando de una obra maestra del
excelente cineasta Roman Polanski.
Casi toda la acción (salvo el
comienzo y el final donde se “airea” brevemente) transcurre en el salón
de un apartamento neoyorkino y entre tan sólo cuatro personajes
(exceptuando los telefónicos), que empujados por las circunstancia de un
altercado juvenil entre sus hijos respectivos y con muchísima voluntad
deciden mantener un contacto personal para arreglar el asunto.
Desde
el comienzo mismo, la película adquiere un tono elevado de interés
gracias a unos portentosos diálogos, el poder que ejercen en pantalla
los actores y al interés que va adquiriendo la historia que va
aumentando continuamente sin perder en ningún momento ese pulso de
intensidad narrativo y esa coherencia imprescindible. Polanski en este
sentido domina a la perfección los tiempos, los breves pero certeros
movimientos de cámara y dirige a los actores de manera casi milimétrica
para que cada gesto, cada palabra encaje a la perfección en un puzle que
bajo ningún concepto está dispuesto a descomponer.
Para todo
esto, Polanski se rodea de cuatro actores de primera línea,
probablemente de lo mejor que hay actualmente en el cine y dichos
actores consiguen un trabajo interpretativo magistral:
John C. Reilly
es una vieja cara conocida del cine sobre todo en comedias, y aporta
desde un comienzo ese lado sencillo y agradable del alma humana. Su
razonable involución en la historia, consecuencia de las circunstancias
lo desarrolla Reilly con una facilidad asombrosa y consigue en muchos
momentos destacar por méritos propios en este póker interpretativo donde
estaba llamado a ser casi convidado de piedra. Su trabajo es notable y
ayuda a comprender los entresijos internos de una pareja que parecía
idílica.
Jodie Foster es una de las actrices más solventes y de
garantía. Afronta un complicado papel que resuelve de manera magistral.
Refleja el lado más conservador y puritano de la sociedad en un
enfrentamiento interno con sus propios males consecuencia en gran medida
de ese puritanismo excesivo y esa búsqueda de la sociedad perfecta.
Foster combina fases complejas donde se necesita una gran capacidad de
adaptación al guión y unas tablas (nunca mejor dicho) logradas con los
años.
Kate Winslet se ha convertido por méritos propios en un
valor en alza y netamente consolidado. Su participación en “Un dios
salvaje” no es evidentemente casual, y encaja como anillo al dedo en un
personaje frío, casi inerte pero que como siempre converge en un
complicado engranaje de sentimientos dudas y locuras. El alcohol saca su
lado más salvaje y convierte la sinceridad en un cuchillo afilado con
ánimo de romperse en pedazos tras herir al adversario. Winslet domina la
escena, domina al personaje y consigue un tono amable al inicio para ir
poco a poco logrando un trabajo notable y de gran envergadura para
conocer gran parte de la historia y de la manera de tratarla.
Por
último tenemos a Christoph Waltz, que tras “Malditos Bastardos” se ganó
el aplauso de crítica y público y que con “Un dios salvaje” va a
confirmar su buen hacer en un trabajo sobresaliente. Personifica la
ironía, e incluso el sarcasmo en el que la sociedad se mueve, tejiendo
una tela de situaciones que envuelve la escena con absoluta maestría. Un
trabajo soberbio que atrapa al espectador, lo conquista y le domina por
completo, además de arrastrar al resto de personajes gracias a un papel
de diez.
Este grandioso cuadro interpretativo está dirigido con
una técnica de oficio, y con una autenticidad imprescindible, para
convertir un guión (elaborado por el mismo Polanski en colaboración con
la propia Yasmina Reza) ya de por sí excelente en un compendio de
situaciones tanto dramáticas como cómicas de gran envergadura y con los
argumentos necesarios para poder estar hablando de una película
sobresaliente.
Nada sobra, todo encaja perfectamente. Polanski
en estado puro y en plena forma, donde se muestran cuatro caras del alma
humana que reflejan el devenir de una sociedad que muestra distintos
conceptos y formas dependiendo del cristal con que se mire, dependiendo
de las circunstancias que toque vivir y ocultando lo que de verdad el
sentir interno y profundo quiere expresar. Un auténtico lienzo de una
sociedad contemporánea que no tiene muy claro cuáles son sus valores y
sus objetivos.
sergio_roma00@yahoo.es
twitter: @sergio_roma