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Crítica de: Oldboy (2013)

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Innecesaria pero entretenida

Como mucha gente sabrá, la película “Oldboy (2013)” de Spike Lee es un remake de la magnífica película del mismo título del año 2003 dirigida por Chan-wook Park, en la segunda parte de lo que se dio por llamar la trilogía de la venganza, formada también por las películas Sympathy for Mr. Vengeance y Sympathy for Lady Vengeance. La película original está inspirada en el manga japonés del mismo nombre, con guion de Garon Tsuchiya y dibujo de Nobuaki Minegishi. El resultado fue una maravilla que impactó desde su estreno y que gustó mucho tanto en Sitges como en Cannes. De manera aparentemente innecesaria y con tan sólo 10 años de margen nos llega este remake dirigido por Spike Lee. Aunque hay evidentes diferencias entre una y otra, a favor de la original, es más conveniente centrarse en esta nueva película para evitar reiteraciones en la comparación, aunque va a ser inevitable comentar alguna pincelada en torno a las diferencias.



Un ejecutivo publicitario es secuestrado durante 20 años, en una habitación con los servicios básicos, con la tortura que conlleva el cerramiento físico y psíquico. Cuando le liberan, su lógica obsesión será averiguar quién le ha secuestrado y por qué. En el trascurso de la búsqueda se encuentra con una joven que decide ayudarle y que será fundamental tanto en la búsqueda como en consecuencias que conllevará.

Spike Lee se mantiene fiel a muchos de los esquemas empleados por Chan-wook Park, y es donde la película adquiere el verdadero interés. Lógicamente su estilo personal aflorará sin ningún tipo de complejo proporcionando a la película un aire diferente que le hace ir perdiendo interés conforme la película se adentra en derroteros más convencionales y de narración más espesa.

Josh Brolin está estupendo, aportando carácter al personaje y logrando una interesante química con el personaje protagonizado por Elizabeth Olsen, que también obtiene un buen trabajo.

El guión de Mark Protosevich (adaptando el cómic de Nobuaki Minegishi) es tan bueno que “Oldboy” engancha desde el comienzo y la primera parte donde se desarrolla el encierro resulta sumamente interesante, tanto por los acontecimientos que se suceden como por las incógnitas que va dejando y que se perfilan emocionantes, logrando que la película sea entretenida en todo momento a pesar de las limitaciones.

Tanto música (el español Roque Baños) como fotografía (Sean Bobbitt) consiguen que la conjunción con la película sea la adecuada, destacando en ambos ámbitos de manera positiva y logrando un clima de sobria expectación y cruda singularidad.

Una película aceptable, pero lejos de la maestría de Chan-wook Park.




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Crítica de: El Lobo de Wall Street

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El casino de Wall Street

Muy entretenida, fascinante por momentos, pero…decepcionante. La manera de dirigir de Martin Scorsese en todas sus películas es explosiva, diferente a cualquier otra en el cine, y casi siempre ha sido sorprendente. Cuesta encontrar una mala película en su filmografía, y esta última no es una excepción, es una buena película, pero…decepcionante.

La película está basada en las memorias de Jordan Belfort, un corredor de bolsa de Nueva York sin muchos escrúpulos, y con una vida desenfadada, por decirlo suavemente. Comenzando desde abajo, irá subiendo escalones a base de ambición, buenos consejos y mucho talento para el mundo de las finanzas, hasta convertir su vida en un quimera al alcance de muy pocos. Pero todo lo que sube rápidamente puede bajar con la misma velocidad, y el FBI tiene sus ojos puestos en su empresa desde que comenzó a destacar…



El guión es de Terence Winter, guionista de películas como “La Ley de Brooklyn” pero más conocido por ser el creador de la serie de TV “Boardwalk Empire”, además de escritor y productor de la serie “Los Soprano”. La música corre a cargo de Howard Shore, que ya ha trabajado con Scorsese en películas anteriores como "La Invención de Hugo" o "Infiltrados" y la fotografía la firma el mexicano Rodrigo Prieto (“Argo”, “Los Abrazos Rotos” y curiosamente “Wall Street. El dinero nunca duerme”). Con estos moldes y la mano maestra de Scorsese es difícil que no salga una buena película. En el plano interpretativo se ha rodeado de buenos secundarios que cumplen perfectamente su papel, especialmente Jonah Hill y Matthew McConaughey aunque este último con un papel tristemente corto.

El problema comienza con la elección del actor protagonista. Leonardo DiCaprio nunca ha sido un gran actor. Queda bien en pantalla, gusta a la industria, y es el elegido de directores tan importantes como James Cameron, Danny Boyle, Steven Spielberg, Edward Zwick, Ridley Scott, Sam Mendes, Christopher Nolan, Clint Eastwood o Baz Luhrmann, y de un tiempo a esta parte el favorito de Martin Scorsese, pero su mejor trabajo sea probablemente el reciente personaje de Calvin Candie en “Django Desencadenado” de Quentin Tarantino. En muchos de los papeles protagonistas de los directores citados cumple correctamente. En otros, directamente no encaja; esa cara y facciones de eterno adolescente no pueden funcionar para personajes como J. Edgar Hoover en “J. Edgar” o Billy Costigan en “Infiltrados”, salvo que se realice un trabajo soberbio al estilo de Robert De Niro (en sus primeros trabajos) o de Javier Bardem. Y no es el caso. Ocurre con el personaje de Jordan Belfort, que pese a ser un personaje sumamente interesante no está muy bien aprovechado, y uno se queda con la duda de saber qué hubiese hecho el mismo Matthew McConaughey con este mismo personaje de Jordan Belfort.

Al margen de esto, nos encontramos con demasiadas similitudes al propio cine de Scorsese, y en especial a la película “Casino”: si trasladamos Las Vegas a Nueva York, nos daremos de frente con el mismo personaje ambicioso y triunfador, rodeado de secundarios en principio mediocres y más tarde venidos a más, aunque siempre excéntricos que giran de manera incondicional en torno al protagonista. Y una mujer explosiva e inteligente por la que perder los huesos y la cartera, siempre con el dólar como bálsamo principal para todos los problemas. Como las comparaciones, aunque sea con el mismo director, siempre son odiosas, baste decir que ni Robert De Niro, Sharon Stone, Joe Pesci o James Woods son lo mismo que Leonardo DiCaprio, Jonah Hill, Jean Dujardin o Margot Robbie, y que la posible capacidad de sorpresa e impacto queda atenuada de una a otra en cuanto se van haciendo las correspondientes asociaciones.

Dicho lo cual, “The Wolf of Wall Street” no deja de ser una película fascinante, que es capaz de mantener al espectador durante tres horas en una diversión y entretenimiento elevados y que utilizando varios elementos de la comedia, consigue en algunos momentos trasladar toda la tensión acumulada a situaciones realmente divertidas y particularmente frívolas, logrando siempre una química con el espectador digna de tener en cuenta y permitiéndole disfrutar desde la distancia, de los excesos salvajes que en la vida normal no son corrientes ni posibles.

Narrada de manera particular, voz en off e incluso contactos frente a frente con la cámara de Di Caprio, la película se mueve en el particular y siempre excitante estilo de Scorsese entre el mundo de las drogas, el sexo y el dinero. Tres elementos adictivos e inseparables que irán formando un cocktail explosivo del que ninguno de los personajes logrará (ni querrá) escapar, y que aparentemente da la sensación de poder explotar en algún momento en el lugar y bajo la circunstancia más inesperada.

Un mundo en el que Scorsese se mueve como pez en el agua. Disfruta y hace disfrutar al espectador, y siempre mantiene un alto nivel en la dirección, en las imágenes y en el estilo narrativo, aunque alguno, vista su filmografía, no pueda evitar cierta sensación de decepción.



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Crítica de: Jack Ryan: Operación Sombra

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Gran héroe americano

Jack Ryan es un personaje irlandés-estadounidense ficticio creado por Tom Clancy, que aparece en multitud de sus novelas y al que hemos visto en la gran pantalla en películas como “La Caza del Octubre Rojo” interpretado por Alec Baldwin con John McTiernan como director, “Juego de Patriotas” con Harrison Ford y Phillip Noyce en la dirección, “Peligro Inminente” donde repiten Harrison Ford y Phillip Noyce y “Pánico Nuclear” donde era Ben Affleck quién interpretaba a este héroe contemporáneo dirigida por Phil Alden Robinson. De todas las mencionadas es “La Caza del Octubre Rojo” la más interesante, siendo esta nueva película otra opción bastante destacable, dentro de una “saga” ciertamente discreta en cuanto a calidad.



En esta ocasión es Chris Pine quien interpreta a Jack Ryan, dándole un aire que mezcla la inocencia y el romanticismo con la astucia y la inteligencia formando un personaje a caballo entre James Bond y Jason Bourne, sin llegar nunca a ser tan apasionante como ellos, pero dando la talla en su más cercado terreno.

Dirige Kenneth Branagh, un director que habiendo firmado sus magníficas “Enrique V (1989)”, “Los Amigos de Peter”, o “Hamlet (1996)”, se ha ido decantando poco a poco por un cine más comercial, que incluyen títulos como “La Huella (2007)”, “Thor” y esta última aventura de espionajes, otorgando siempre un personal estilo. Como en otras de sus películas, aquí también se reserva un personaje interesante que interpretar, el malvado ruso que acabará con Estados Unidos a golpe de terrorismo. Es quizás, uno de los atractivos de la película, ya que Branagh lo interpreta con particular acierto a pesar de la dificultad y lo convierte en un personaje sumamente atractivo de cara a todo el desarrollo de la película. Tampoco está nada mal Kevin Costner en un papel secundario discreto pero llevado con mucho acierto.

No hay mucha novedad en cuanto a la historia, nada que no hayamos visto ya antes, (atentado del 11-M inicial, patriotismo, eje del mal planeando ataque a Estados Unidos, etc) pero todo lo que se proyecta está realizado con estilo, con acierto, desde un explosivo inicio, hasta una emocionante parte final en busca de los archivos privados. Clara, directa y sin apenas concesiones, más allá de la historia romántica de Jack con su novia (Keira Knightley) y de algún interesante diálogo con su jefe (Kevin Costner).

No resulta sencillo en absoluto mantener durante más de hora y media un buen ritmo de thriller con intensidad y emoción y Branagh lo consigue, aunque se eche en falta ciertas dosis de originalidad o algo menos de desarrollo previsible.
Ante la avalancha de películas “oscarizables”, Jack Ryan se presenta como una buena opción para disfrutar de un thriller cuidado y con muchas ganas de entretener.




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Crítica de: The Grandmaster

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El gran maestro chino

Si algo caracteriza el cine de Kar Wai Wong a lo largo de toda su trayectoria es el enorme cuidado que le pone a todas sus películas. La forma como premisa principal y a partir de ahí crear la película que si el fondo coincide con la estética estamos hablando de obras maestras, como es el caso de “Deseando Amar (In the Mood for Love)” o “2046”, y que si no coincide plenamente nos encontraremos con grandes películas como “My Blueberry Nights” o la que nos ocupa.



“The Grandmaster” viene presentada como tirón comercial el tratar sobre la vida del maestro de Bruce Lee. Algo de por sí bastante interesante. Como es evidente se trata de mucho más, y entorno a la vida de Ip Man, que efectivamente fue maestro de Bruce Lee (aunque curiosamente este aspecto apenas se trata en la película) hay muchos temas interesantes incluidos como la propia historia de China en un momento determinado y toda una serie de personajes relacionados con las artes marciales que irán adquiriendo interés a lo largo de toda la película.

Como suele ser habitual, y ya desde el comienzo, nos iremos encontrando con un sinfín de planos impecables, extremadamente cuidados, estilísticamente portentosos y siempre sorprendentes, tanto en narraciones pausadas como en las propias peleas, que dicho sea de paso resultan de lo mejor del film. Esto ayuda a que la película desde un primer momento, y con una pelea al más puro estilo “Bruce Lee” bañada en una intensa y estimulante lluvia adquiera un interés inmediato que en la primera fase de la película se mantendrá sin ningún tipo de problema. Como también viene siendo habitual en el cine de Kar-Way a estos impecables planos hay que añadir una dirección artística notable y una música a cargo de Shigeru Umebayashi siempre adecuada y sensacional.

Si hay que añadirle algún pero, no cabe duda que la historia flojea ligeramente conforme la película se encomienda a una narración más compleja, donde Kar-Way no parece encontrar la tecla adecuada, pero que sin embargo se ve beneficiada por el interés del devenir histórico de los personajes así como una conjunción final que sin duda se prevee emocionante.
A pesar de que el montaje de la película que nos ha llegado, está “occidentalizado”, no cabe duda que guarda todo un aroma oriental que resulta muy gratificante y que a caballo entre “Deseando Amar (In the Mood for Love)” y “Kill Bill”, disfrutaremos de una película donde apenas sobra nada, y donde casi todo es un deleite visual y un interesante cuento oriental.



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Crítica de: A Propósito de Llewyn Davis

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El cantautor errante

La combinación de los hermanos Joel David Coen y Ethan Jesse Coen, ya sea en la dirección, en el guión o en la producción, lleva tiempo dejándonos verdaderas joyas del cine estadounidense. Títulos como “Sangre Fácil”, “Arizona Baby”, “Muerte entre las Flores”, “Barton Fink”, “Fargo”, “El Gran Lebowski”, “El Hombre que Nunca Estuvo Allí”, “No Es País Para Viejos” o las recientes “Un Tipo Serio” o “Valor de Ley (2010)” son por derecho propio títulos imprescindibles del cine y en general han creado una filmografía casi impecable dentro del panorama independiente norteamericano. Sus portentosos diálogos, sus sorprendentes guiones y su manera de dirigir un cine negro crepuscular con Estados Unidos como telón de fondo se han ganado el respeto de público y crítica, siendo un ejemplo no muy frecuente.



Todo en torno a esta última película de los hermanos Coen “Inside Llewyn Davis” (incomprensible y triste el por qué se ha tenido que traducir el título de esta película al castellano cuando el título original hace referencia a un apartado importante de la historia) huele a añejo, a folk, a la América profunda de los años sesenta, donde todo eran contradicciones y sueños por cumplir. En este entorno, un cantautor de folk llamado Llewyn Davis lucha por sobrevivir, por conseguir hacerse un hueco en el mundo de la música y en definitiva por un reconocimiento que en virtud de sus canciones se merece. No lo va a tener fácil; tiene que vivir de cama en cama, de sofá en sofá gracias a las ayudas de familiares y amigos hasta que le llegue la hora de la gran oportunidad, de presentarse a una gran compañía para ofrecer su trabajo y su talento.

Para contar esta interesante historia, los hermanos Cohen se han basado en las memorias “The Mayor of MacDougal Street” del músico y activista Dave Van Ronk. Y además de esto, también la banda sonora ha contado con un buen puñado de versiones de temas del propio Dave Van Ronk, interpretadas en su mayoría por el actor protagonista Oscar Isaac y por Justin Timberlake principalmente. Evidentemente la música resulta una parte fundamental en este film, y todo él está rodeado de temas folk que resultan imprescindibles en la mayoría de pasajes en los que se desarrolla y que además ayudan a entender ciertas circunstancias ya sea por el tono musical como por las mismas letras. Además hay una indudable calidad en todos y cada uno de los temas lo cual ayuda a que la película aumente de nivel y se desarrolle dentro de un clima sesentero imprescindible para la comprensión de motivaciones y sueños que los Coen se han encargado de manera brillante de exponer en una historia donde la melancolía y la esperanza se dan la mano en un entorno humilde y semi oscuro. Tan sólo la película adolece de algo más de intensidad narrativa en una historia donde el dramatismo si bien está patente, no termina de ser determinante. Pero continúan los ricos diálogos, la acertada fotografía y la sublime dirección a la que nos tienen acostumbrados, para lograr una película que en todos y cada uno de los aspectos resulta casi impecable.

Se podría decir que lo han vuelto a lograr, aunque esto sería demasiado reiterativo a estas alturas de su carrera, por lo que simplemente cabe decir que mantienen (afortunadamente) su línea.



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Crítica de: Ismael

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Segundas oportunidades

Que la vida en ocasiones nos brinda segundas oportunidades es algo a lo que solemos estar acostumbrados en el devenir de la misma. Los errores del pasado, las malas o desafortunadas decisiones y sobre todo esa sensación de no poder echar marcha atrás y de sentir que cierta decisión nos va a costar el arrepentimiento eterno suele estar muy presente en mayor o menor medida en nuestras relaciones con los demás. El director argentino Marcelo Piñeyro se acerca a este tema de manera muy honrada, sensible y en líneas generales acertada y lo hace con la solvencia del buen contador de historia, sin renunciar a los pasajes sentimentales pero sin abusar de ellos.

Ismael es un niño de diez años que realiza un viaje por su cuenta de Madrid a Barcelona para conocer a su padre biológico (Félix). Tan sólo tiene una dirección por lo que se presenta en la casa donde cree que vive, dando una sorpresa a su madre (Nora). Esto evidentemente traerá consecuencias, pero sobre todo servirá para ponernos en bandeja unos personajes muy bien estructurados en una situación muy compleja y extraña, hasta el punto de ver a personajes secundarios como el padre de adopción de Ismael (Luis) teniendo un papel fundamental en la historia y una importancia indudable y al amigo de Félix (Jordi) aportando las dosis necesarias de humor que esta historia necesita.

Para contar este cuento de añoranzas Piñeyro, que siempre se ha alejado de proyectos sencillos, (películas como “Caballos Salvajes”, “Plata Quemada”, e incluso “El Método” contienen ciertas dosis de riesgo y aventura) ha contado con actores de la talla como Belén Rueda, Juan Diego Botto y Sergi López, todos cumpliendo con nota en sus respectivos papeles, y ha optado por darle el papel principal a un Mario Casas que no parece estar a la altura de un papel tan complicado. Ella Kweku como la madre de Ismael tampoco comunica lo suficiente lo cual hace que cuando se reúnen todos en un cocktail interpretativo que podría ser sumamente interesante, se quede cojo en cuanto a la potencia de algunos personajes y nos privemos de un espectáculo casi teatral que hubiese sido muy sugerente. El niño Larsson do Amaral por su parte cumple a la perfección proporcionando esa dosis de ternura y espontaneidad que tanto beneficia a la historia.

El guión corre a cargo de Verónica Fernández, Marcelo Figueras y el propio Marcelo Piñeyro en un relato que como decía al comienzo no puede (ni debe) alejarse del lado más sentimental de la historia, pero sin abusar en excesos dramáticos y mostrando una realidad y una circunstancia temporal en la vida en la que muchos nos podemos sentir identificados: las segundas oportunidades y la posibilidad de rectificar un error.


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Crítica de: 12 años de esclavitud

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El esclavo culto

Si bien la trayectoria del director y fotógrafo inglés Steve McQueen [III] no es extensa hasta la fecha, lo que no cabe ninguna duda es que su comienzo ha sido realmente destacado. Si con “Hunger”, su debut en 2008 sorprendía por su madurez y gran trabajo de dirección, la grandísima película que supuso “Shame" le elevó automáticamente a la categoría de autores con sello propio, talento natural y a tener en cuenta. Siempre, eso sí, acompañado por la interpretación de Michael Fassbender, realizando siempre trabajos soberbios.

“12 Años de Esclavitud” nos acerca a un tema siempre delicado y controvertido como es la esclavitud, y en concreto la esclavitud de africanos de raza negra en la América del siglo XIX. No son muchas las películas que han abordado este tema con la solidez necesaria, si bien a todos nos viene a la cabeza la serie “Raíces Profundas” de finales de los años 70, películas como “La Esclava Libre” de Raoul Walsh, “Mandingo” de Richard Fleischer, “Amistad” de Steven Spielberg o “Amazing Grace” de Michael Apted han sabido darle un enfoque acertado sobre una de las mayores vergüenzas de la historia reciente de la humanidad. Sin olvidar, por supuesto “Django Desencadenado” donde Quentin Tarantino se despachaba con placer contra los esclavistas a modo de redención histórica necesaria.

En esta ocasión, la película dirigida por Steve McQueen [III] aborda el tema desde una perspectiva real, basándose en la propia biografía de Solomon Northup, un culto violinista negro que vive tranquilamente con su familia como persona libre, y que tras pasar una noche con dos desconocidos bajo la promesa de un trabajo ambicioso, es drogado y secuestrado para venderlo ilegalmente como esclavo en una plantación de algodón de Louisiana. A partir de aquí comenzará una encarnizada lucha, primero por comprender las circunstancias en las que se encuentra privado de libertad, posteriormente la supervivencia en unas circunstancia de vida tan hostiles y por último su intento de recuperar la libertad perdida y sobre todo la compañía de su familia.

Toda la dura historia de Solomon Northup está narrada con una solidez impecable. Prácticamente cuesta encontrar algún cabo suelto o alguna fisura en una producción que ha cuidado al límite todos y cada uno de los detalles; desde una dirección nuevamente magistral, un guión correctamente construido por John Ridley, la siempre destacada música de Hans Zimmer y la sobria fotografía de Sean Bobbitt. Una película Todo correctamente enlazado para que la película mantenga constantemente un elevado nivel de similitud, emoción y drama. A esto hay que añadirle, por supuesto, un acertado reparto con dos interpretaciones magistrales. Nuevamente Michael Fassbender realiza un trabajo enorme, en un papel difícil pero a la altura de su talento, y dejando un sello tan particular que convierte al personaje en inolvidable. Del mismo modo Chiwetel Ejiofor, al que ya conocíamos de “American Gangster” o de “Hijos de los hombres”, realiza un trabajo formidable logrando que Solomon Northup se convierta en un personaje con la suficiente credibilidad para que le veamos como un esclavo diferente y se pueda sentir la empatía necesaria para que la historia recorra caminos certeros en el corazón del espectador. Todo pues, está muy bien encajado, y perfilado sin duda alguna para posicionarse en la primera línea de la carrera hacia el Oscar.

Si bien “12 Años de Esclavitud” se trata de una gran película, se echa de menos de Steve McQueen [III] ese riesgo de autor que sí encontramos en “Hunger” y sobre todo en “Shame”. Esta última asume pocos o casi ninguno, y eso la impide sobrevolar terrenos más elevados dentro de la dirección e impide que nos encontremos ante una obra mayor, que era lo que se esperaba de McQueen tras su anterior película.


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Crítica de: Los recuerdos del hielo

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Volver a oír la música del hielo

Albert Solé en un experto en navegar por los recovecos de la memoria. Y así lo demostró con brillantez en sus dos anteriores trabajos documentales “Bucarest. La memoria perdida” y “Al Final de la Escapada (2010)”. En esta ocasión vuelve a adentrarse en un mundo donde los recuerdos lo ocupan todo, donde el presente está cargado de nostalgia, y donde el futuro se presenta ciertamente triste.

“Los Recuerdos de Hielo” nos presenta la historia de Josefina Castellví, una mujer científica y su regreso a la Antártida, donde pasó los mejores años de su vida estudiando y adquiriendo conocimientos en un entorno hostil pero deslumbrante.
Narrada con la voz en off de la propia Josefina a modo de carta hacia su querido compañero de trabajo, la película contiene un indudable valor emotivo y una espléndida pureza narrativa, lo que ayuda en parte la dulce y pausada voz de Josefina y sobre todo la belleza de las imágenes tanto las presentes como las grabadas en el pasado que se entremezclan para formar un relato preciso y llamativo.

A través de la voz de Josefina, de sus miradas, y de sus sonrisas podemos llegar a entender sus pasiones, su necesaria nostalgia del pasado y su amor por un entorno cargado de hielo y frialdad. Una relación directa con la naturaleza, sus animales y un clima duro pero agradable en su cotidianidad. Albert Solé acompaña además a las imágenes con una música realmente bella y con un sonido atractivo para lograr un clima de sencillez emotiva.
La voz de Josefina nos acompañará en casi todo el viaje-regreso a la Antártida, y nos hará partícipe de muchos sentimientos, relacionados con un amor a una profesión, a un proyecto y en definitiva a un sueño, sea o no utópico.
El documental tiene una fuerza destacable y atrapa desde un primer momento hasta lograr una complicidad única y una intensidad absorvente.

Como resumen y "texto de hielo" final, una de las últimas frases de Josefina en la película, que encierran toda una declaración de amor: “Todos tenemos un paraíso perdido en algún rincón de la memoria, el mío es un poco inhóspito, lo sé, pero ha sido la gran aventura de mi vida”…


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Crítica de: Bienvenidos al fin del mundo

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Apocalipsis ebrio

Con “Bienvenidos al fin del mundo” el director de cine inglés Edgar Wright cierra una curiosa trilogía que se ha dado en llamar “Trilogía de los tres sabores Cornetto”, porque en cada una de ellas está conectada a un helado Cornetto que aparece en la película y su sabor apropiado. De esta manera, en “Zombies party” (la primera película de la trilogía) cuenta con un Cornetto con sabor a fresa en referencia a lo sangrienta que es la película. En “Arma Fatal” (segunda película) aparece un Cornetto azul en referencia al color de la policía, y en esta última es el verde el color del Cornetto relacionado con extraterrestres y ciencia ficción (aunque el azul también hubiese sido apropiado en este caso…). Esta curiosa forma de clasificar esta trilogía de películas ya dice mucho sobre la manera en que Wright se toma el cine y sobre el humor que encontraremos en él. Aparte de la mezcla de sabores, hay evidentemente más elementos que tienen en común estas películas, como son la misma pareja protagonista de actores (incluso de un gran número de secundarios) Simon Pegg y Nick Frost y una temática similar, en cuanto a guerra total ya sea contra zombies, asesinos o extraterrestres. Resulta también anecdótico que suele aparecer una valla que hay que saltar y que no siempre resulta una tarea sencilla…

Tal y como ocurría en las dos anteriores películas, así como en su filmografía en general, es muy difícil tomarse en serio “Bienvenidos al fin del mundo”, porque la comedia siempre acaba apareciendo incluso cuando la película adquiere derroteros de suspense. El inicio es particularmente interesante en cuanto a pura comedia gamberra: la reunión veinte años después de cinco amigos de la infancia para cerrar algo que en su día se quedó incompleto, una especie de maratón de cervezas, de pub en pub hasta llegar a al famoso pub “El fin del mundo”. Como es lógico, la vida de cada uno de ellos ha cambiado mucho, y por tanto, tal hazaña, a pesar del entusiasmo de Gary King (Simon Pegg). De hecho la tarde se va torciendo y parece llegar a su fin sin que se haya apenas iniciado la gesta cuando un suceso cambiará por completo este panorama y les llevará casi por inercia hacia la ruta más inesperada. Es a partir de aquí cuando la película adquiere sus tintes más disparatados que se mantendrá constante hasta el final de la película.

Wright se divierte y pretende divertir al espectador con honestidad, tal y como sucediese con la interesante “Scott Pilgrim contra el mundo” de hace tres años, y con cierta originalidad en algunos planteamientos que despiertan la sonrisa mezclándolos con momentos de acción. Peleas múltiples contra extraterrestres que no parecen ser un prodigio de fuerza, chistes salpicando cada momento de acción y todo ello con un elenco de actores que se adaptan a las exigencias (mínimas) de Wright, para ofrecer un producto sencillo pero explotable con cierta facilidad.

“Bienvenidos al fin del mundo” cierra una trilogía curiosa, que vista de manera seguida podría resultar empalagosa, pero dispuestas de manera individual ofrece momentos entretenidos además de disparatados y ebrios bajo la amenaza constante del apocalipsis.

Sin crearse muchas expectativas, diversión desenfadada.


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Crítica de: Heli

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La maldad y la inocencia

A pesar de la corta filmografía del director mexicano Amat Escalante, ya existe un cierto respeto a su manera de hacer cine. No en vano, sus películas se pasean por el Festival de Cannes de manera habitual y su cine goza de prestigio no sólo en su país. Con su debut (“Sangre”) ya empezaría a dejar claro que las relaciones humanas son una parte muy importante de su cine, y también a partir de esta película comenzaremos a vislumbrar un estilo que se ha mantenido hasta el momento. En “Sangre” Diego y Blanca, un matrimonio que se ahoga en la rutina se ve sorprendido por la aparición de Karina, hija de Diego en su anterior matrimonio. Posteriormente filma “Los Bastardos”, donde la violencia adquiere protagonismo en un thriller narrado con la crudeza misma que supone ser contratado para matar a alguien. Un film contundente que deja huella. Dos años después participa en el proyecto “Revolución” junto a Carlos Reygadas, Gael García Bernal, Diego Luna, Rodrigo Plá, Mariana Chenillo, Patricia Riggen, Gerardo Naranjo, Rodrigo García y Fernando Eimbcke. Un conjunto de diez cortometrajes que ofrece la particular visión de cada uno de ellos sobre la Revolución (1910-1917). El cortometraje de Escalante, rodado en blanco y negro sigue manteniendo las consignas de su cine y crece en varios aspectos, como fotografía, silencios que desgarran y contundente reflexión en un plano final muy expresivo. De esta manera llegamos a la actual “Heli” con muchos de los aspectos comentados en plena efervescencia visual y narrativa.

“Heli” cuenta la historia de un humilde y joven trabajador, de un todavía más humilde pueblo mexicano, que se ve involucrado en un asunto de drogas sin participar de ninguna manera en ello. Heli vive con su mujer, su hijo, su hermana pequeña y su padre. Todos ellos sufrirán también las consecuencias de este suceso y ello provocará una serie de acontecimientos que le servirán a Escalante para profundizar en sus obsesiones y mostrar su contundente mirada sin ningún tipo de tapujo y veto.

Hay violencia, aunque no resulta exagerada, salvo en una escena concreta, pero sobre todo lo que encontraremos son las bases fundamentales de su cine. Un planteamiento inicial lento, rodado con tranquilidad y con planos certeros asegurando mostrar la cotidianidad como algo que puede tener cierto interés. En este sentido se aprecia la cercanía con su compatriota y amigo Carlos Reygadas, con algunos aspectos similares a la hora de contener el tempo de la película y sus distantes planos. Filmar desde la distancia, casi sin la percepción de “estar ahí” pero participando de la historia, es algo con lo que Escalante disfruta, y lo hace con verdadera brillantez. En otras ocasiones, prefiere situar la cámara tras un personaje para acercarnos a su particular visión y sufrir con él las inclemencias de su historia.

En la historia de “Heli”, donde el mundo de las drogas y su particular dureza tienen un protagonismo indudable, la injusticia se pone de relieve para plantear ciertos aspectos de ella que permitan una reflexión acerca de las entrañas de la misma y sus posibles consecuencias. En este sentido emplea a dos tipos de personajes: los que encarnan la maldad, vista desde un punto de vista inevitable, y los que encarnan la pura inocencia (especialmente el propio Heli y su pequeña hermana Estela) que se ven envueltos en la crueldad de una vida que ni han elegido ni sienten como justa.
Escalante acierta en casi todos los aspectos que quiere y desea mostrar pero quizás por esto, y por la radical forma de narrar se pierde interés en algún momento y la película se puede desviar hacia caminos algo anodinos y particularmente lentos.

“Heli” es una película que continúa la línea de sus anteriores trabajos, que nos invita a un cine reflexivo, duro y donde la realidad se nos muestra sin paliativos para poder observar las relaciones humanas (los mismos abrazos que se entrecruzan los personajes son fríos y dolorosos en su falta de plenitud) desde su mayor honestidad y con la sinceridad de una mirada que se funde con el sufrimiento de cada personaje.


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