Crítica de: El Greco

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La batalla entre la luz y la oscuridad a través de la razón



Hay ciertas películas que nos acercan a la vida de un artista de manera entretenida y sobre todo interesante, y sin duda alguna “El Greco” es una de ellas.
Teniendo en cuenta que la figura de Domenikos Theotokopoulos no destaca de manera especial por tener una vida estrictamente inquietante, ni encierra enigmas de excesiva trascendencia (quizás saber quién se esconde tras “El caballero con la mano en el pecho”), y sí por sus magníficas obras, es innegable que se creado un guión pretendidamente cinematográfico en base a la novela del griego Dimitris Siatopoulos, “El pintor de Dios”, donde se permiten ciertas licencias, de dudosa credibilidad histórica, pero que realmente funcionan en pantalla.

La película narra desde una perspectiva muy personal pasajes de la historia del pintor cretense desde sus inicios en la isla de nacimiento, pasando por su etapa italiana hasta su llegada a Toledo. Todo ello con pequeños retazos de sus (escasas) aventuras amorosas más o menos desdibujadas, y su particular relación con el Inquisidor Niño de Guevara.
Será precisamente un retrato de éste, (uno de los retratos más bellos de toda la pintura española tanto por la calidad del tratamiento del atavío como por el profundo perfil psicológico del personaje que esconde) el punto de partida de su particular “via crucis” en una batalla a priori perdida frente a una intolerante Inquisición. La razón, como apoyo supremo de la luz en una lucha sin cuartel contra la oscuridad.

Para trasladarnos a la época renacentista, el poco conocido director griego Yannis Smaragdis (nacido en Heraklion, la misma isla griega de Creta donde nació el pintor) ha contado con diversos escenarios que aportan suntuosidad y crédito histórico, y con el joven inglés Nick Ashdon, como una importante apuesta que cumple perfectamente con la confusa personalidad de un pintor a caballo entre dos estilos de vida y arte diferentes. A su lado, el siempre efectivo Juan Diego Botto, en un papel no exactamente hecho a su medida y la también española Laia Marrull que tanto nos hiciera sufrir en “Te doy mis ojos”. Un discreto reparto, que junto con la griega Dimitra Matsouka cumplen con ligero acierto un cometido al alcance de pocos.

Ni códigos davincianos, ni enigmas de ultratumba. Dos historias de amor y una lucha de la luz frente a la oscuridad son los mimbres en los que se apoya este importante acercamiento a la figura de uno de los pintores más importantes de la historia del arte. Un relato que pese a tener bastantes pasajes históricos de dudosa veracidad, y un inicial nacionalismo griego de importancia relativa para el artista, mantiene en cambio un coherente discurso narrativo y una interesante aventura histórica que sin tener componentes clásicos de thriller del género, sí contiene los elementos necesarios para mantener el interés a través de componentes filosóficos como por ejemplo la exploración del alma humana, tal y como hiciera El Greco en numerosas obras suyas, como en "El entierro del conde Orgaz". Si acaso destacar de manera negativa, la escueta y torpe referencia hacia la figura de Cervantes, que bien se hubiera podido haber evitado, o en su caso tratarla con mayor acierto.

En cualquier caso, una atractiva propuesta que puede dejar indiferente, o resultar enriquecedora para quién se adentre en la figura del artista, pero que en cualquier caso supone un refrescante bálsamo sobre una marea cinematográfica donde últimamente naufraga alguna que otra aventura histórica.

sergio_roma00@yahoo.es

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