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Crítica de: Dejad de quererme

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Emoción y sensualidad en un cine de indudable elegancia

El título de esta película francesa (que nada tiene que ver con el original), nos puede llevar al equívoco de pensar que nos hallamos ante la típica comedia romántica, insulsa y convencional que tantas y tantas veces circulan por las carteleras de los cines. Una ligera aproximación a la filmografía del director y sobre todo un arrebatador comienzo de película nos borrarán esa idea de la cabeza, y nos mantendrá la certeza de que nos hallamos ante un relato cuanto menos interesante.
Lo que en un principio nos presenta Jean Bécquer (del que ya pudimos disfrutar el pasado año con su "Conversaciones con mi jardinero") como una ligera puesta en escena de la vida de Antoine, publicista francés de mediana edad, poco a poco, con un perfecto control de los tiempos y dominio del esquema lineal de la narración se va convirtiendo en una inquietante, atractiva y finalmente emocionante historia que va adquiriendo en cada matiz un milímetro más de belleza hasta convertirse en un paisaje tan conmovedor que el espectador no podrá evitar verse atrapado en las redes de la complicidad que Bécquer ha tejido con la maestría de un cineasta con sobrados recursos.

Es la capacidad del director de conseguir en todo momento una identificación entre espectador y Antoine, uno de los principales valores de este singular drama, ayudado sin duda por una excelente interpretación de Albert Dupontel que en este papel consigue transmitir credibilidad, amargura, desencanto y sobre todo sinceridad. A través de su pequeña revolución (de tan sólo dos días) contra lo establecido, el dinero y las formas convencionales también nos encontramos en cierto modo con una pequeña denuncia social que si bien no alcanza excesivos niveles voluminosos, sí permite crear un pequeño espacio hacia la reflexión sobre el mundo y sus valores y sobre la manera en que cada ser humano tiene de afrontar la vida, de adaptarse a lo previamente impuesto, o simplemente de sobrevivir.

“Dejadme de querer” se podría dividir en dos partes claramente diferenciadas. Una primera donde Antoine decide dar un vuelco a su vida, forzando una situación desagradable tanto con su familia como con sus amigos, ambas partes impotentes e incrédulos ante la transformación de Antoine y víctimas de su amargura. Y una segunda parte en la que Antoine decide visitar a su padre en Irlanda, en la que termina de convertir el film en sensacional y la que nos lleva al pleno convencimiento de que nos encontramos ante un excelente guión magníficamente desarrollado por Jean Bécquer. El resto del reparto cumple con su cometido, incluída Marie-Josèe Croze a la que le toca aportar su dulzura, incomprensión y sufrimiento.

Nos encontramos por tanto ante una película de inquietantes diálogos -con sus correspondientes matices-, de silencios encontrados y sobre todo de sentimientos y reflexiones en profundidad, todo ello con el broche artístico de unas imágenes sobrias, elegantes y con la belleza que proporcionan los paisajes naturales de una Irlanda rural y tranquila. Emoción y sensualidad en un cine de indudable elegancia.

sergio_roma00@yahoo.es


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Crítica de: Funny Games

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Al margen de no sea muy elegante hacer un propio remake tan sólo 11 años después del primero y que la actitud resulte poco creíble desde el punto de vista artístico, lo cierto es que el alemán Michael Haneke vuelve a acertar y consigue una buena película con moldes ya predispuestos.

Partiendo de la base que nos encontramos con un thriller más o menos convencional, el director consigue añadir algún que otro toque surrealista y sobre todo una manera de comportarse por parte de los personajes así como un peculiar desarrollo de la trama que permiten que el film adquiera personalidad propia y pueda pasar menos desapercibido de lo que en un principio pudiera parecer. Salvo casos contados, como "El silencio de los corderos" o "Infiltrados" es difícil encontrarse con películas del género thriller o acción que mantengan cierta calidad y que puedan mantenerse por sí solas sin excesivos clichés ni convencionalismos. "Funny games" consigue la proeza de sin apenas fisuras mantener la emoción viva en todo momento y entablar una especial relación con el espectador al que hará "sufrir" a lo largo de las casi dos horas que duran estos divertidos juegos, y al que incluso hará partícipe del juego.
Todo el peso de la película recae en 5 personajes, magníficamente interpretados donde destacan la siempre espléndida Naomi Wats (vaya ojo tiene para elegir sus papeles) así como aquel ladrón de poca monta en "Pulp Fiction", Tim Roth que en esta ocasión le toca interpretar el papel de marido indefenso y sufrido. Una de las grandez bazas de esta película está en mostrarnos una amable y casi dulce personalidad transformado en cruel y malvado asesino, y eso lo hace de manera brillante Michael Pitt al que ya tuvimos ocasión de conocer bien en "Soñadores" de Bertolucci.

Con todo, la película, con un estilo sobrio y preciso muy propio de Haneke, se confirma como un buen producto al que adherirse y una buena muestra de que se puede hacer buen cine independientemente del género, siempre que se cuiden detalles, formas y guiones.
sergio_roma00@yahoo.es

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Crítica de: Antes que el diablo sepa que has muerto

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Y que llegues al cielo media hora antes que el diablo sepa que has muerto.

Si hay algo que caracteriza el cine del director de la Gran manzana, Sidney Lumet es su facilidad para desarrollar un estilo elegante, sobrio y no exento de interés en ningún momento. Sobre un guión en apariencia sencillo, pero eléctrico, Lumet elabora una historia emocionante, dramática y tensa, hasta el punto de conseguir un elevado momento de intriga que no decae a lo largo de toda la proyección.

El lenguaje narrativo es muy original, aunque ya empleado por Tarantino en su gran “Pulp Fiction”, aunque en esta ocasión llevado de manera más sencilla aquella traslación de tiempos y momentos narrativos. El espectador sabe perfectamente cuándo y por qué está sucediendo cada parte de la película y además en ocasiones se agradece esa vuelta atrás para llegar a entender ciertos aspectos que de otro modo pasarían más desapercibidos de lo debido.
Todo transcurre alrededor del robo y posterior asesinato en una joyería donde el plan –poco elaborado- se va al traste y obliga a una serie de improvisaciones de compleja factura.
Aunque la película es un conjunto, se narra desde el punto de vista de los personajes de manera unitaria, de tal forma que podemos ponernos en la piel tanto del inocente hijo menor, interpretado por el casi siempre correctísimo Ethan Hawke, como del desesperado y frío hijo mayor al que Philip Seymour Hoffman le otorga una personalidad minuciosamente elaborada para conseguir una credibilidad casi maestra. Junto a estas dos excelentes interpretaciones nos encontramos con el punto de vista femenino de la mano de la guapa Marisa Tomei que hace las veces de mujer sufridora, incapaz de darse cuenta de realidades y al margen de cualquier asunto importante.

Aunque se trate de un evidente thriller, Lumet quiere ir más allá y nos muestra el lado amargo de una descompuesta familia que sólo se une ante la desgracia y que aún así es una superficial unión con todos los visos para desquebrajarse al primer estornudo. Hay un drama que requiere cierta reflexión y una historia paralela pero muy unida que proporciona ingredientes necesarios para no hacer de “Hasta que el diablo sepa que has muerto” un mero film thriller. (Por cierto, interesante título sacado de un tradicional brindis irlandés que dice: “Y que llegues al cielo media hora antes que el diablo sepa que has muerto”).
Todo en conjunto hacen que estemos hablando de una gran película, entretenida, emocionante y digna de tenerla en cuenta este año.

sergio_roma00@yahoo.es