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Crítica de: La sombra del poder

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El tema –siempre efectivo- de oscuros poderes y sucias tramas que se esconden tras asesinatos de personas en apariencia humilde, no es evidentemente nuevo, ni mucho menos en vías de extinción, puesto que siempre se encuentra en el primer plano de actualidad y además al resultar tan cercano, resulta igualmente a priori interesante.

La novedad, si es que se pudiese apreciar mínimamente, reside en la manera de contarlo, con el particular estilo que imprime el cineasta Kevin McDonald donde nos muestra su valiosa capacidad para desarrollar un estilo documental y a su vez mantener intensidad y fluidez en un relato cargado de momentos vibrantes y de varias conjeturas.

Y es que la elección de este director inglés no es casual. Tras hacerse un hueco a base de buenos documentales, se estrenó en la gran pantalla con “El último rey de Escocia” haciendo grande a Forest Whitaker. Y ya demostró una discreta capacidad para adentrarse en personajes complicados e intentar sacar lo mejor de ellos, así como su facilidad para generar momentos de alta intensidad, sin necesidad de recurrir a mecanismos archi conocidos y poco originales.

Kevin MacDonald se encuentra ante el reto de trasladar a la gran pantalla la miniserie inglesa de gran éxito “State of play” (título original también del film) y hacerlo procurando mantener la esencia e intentando aportar una nueva perspectiva o un diferente tratamiento.

El asesinato de la amante de un polémico Congresista es el hilo conductor que lleva a toda una serie de complejos tramas, donde el auge de la seguridad privada en países desarrollados se pone en entredicho.
Nuevamente nos encontramos con la eterna lucha entre periodistas y policías a la hora de investigar un crimen que se salda en esta ocasión con una arrebatadora -y ridícula por su planteamiento- victoria en favor de los primeros, lo que le impide adquirir el máximo grado de autenticidad a la historia. Los héroes, -entiéndase los periodistas- se encuentran interpretados por el sensacional Russel Crowe que en un papel muy cómodo para él consigue ser el auténtico motor que mueva la historia, enriquezca el film y le vuelva a colocar en el Olimpo de los canallas adorables, tras su tenue imagen en “Red de mentiras” de Ridley Scott. Le acompaña, discretamente, y en un convencional papel Rachel McAdams, aunque es sin duda Helen Mirren la que eclipsa con esa poderosa actuación a todas las demás mujeres, incluida la siempre bella y fascinante Robin Wright Penn, como mujer de un acertado Ben Affleck, Congresista.

Con este importante elenco de actores, un más que interesante guión, y un director que sabe desarrollarlo era complicado que no concluyese en un film intenso de momentos vibrantes, de gran acierto narrativo y con la velocidad adecuada para mantener siempre la historia en un elevado interés y en una adecuada simetría emocional.

Quizás en los momentos finales pueda ir perdiendo algo de fuelle, hasta llegar a un estético plano final, pero se trata sin duda y en líneas generales de una película muy entretenida, sin excesivas ambiciones e interesante.


sergio_roma00@yahoo.es