Crítica de: Red de mentiras

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Mentiras y espionaje con poca historia
Es absolutamente innegable que a estas alturas, y después de una simpar filmografía, la presencia de Ridley Scott tras las cámaras de una nueva producción es sinónimo de cómo mínimo entretenimiento asegurado. Si bien este entretenimiento ha sido en varias ocasiones presentado con maestría y brillantez, en otras en cambio peca de anteponer imágenes sobre historia y espectacularidad sobre argumento medianamente interesante, como lamentablemente ocurre en esta ocasión.

“Red de mentiras” tiene una cara y una cruz respecto a su guión (basado en la novela de David Ignatius). La cara la encontramos en el marcado carácter actual en el que se desarrolla la historia. La ocupación americana en suelo iraquí tras la guerra y sus consecuencias internacionales es el telón de fondo en el que se teje esta red de mentiras y espionajes, lo que se verá traducido en un atractivo viaje por diversos escenarios. La cruz la tenemos sin duda en una pobre historia, tan simple y predecible como su manera de contarla y que se queda en un flojo intento de thriller potente y emocionante apto tan sólo para pasar un rato ligeramente entretenido. Si a esto le sumamos que hay momentos en que la acción deja paso discretamente a la política, conviertiendo la red en un triste panfleto pro-americano, tenemos finalmente un divertimento excesivamente convencional y poco objetivo.

La película por tanto, recurre (como en tantas otras ocasiones) a la presencia de dos actores con el suficiente tirón y sobre todo garantía para atraer gente a las sala y sobre todo cumplir con su cometido con solvencia. Ambos lo logran (esto último de momento), en dos papeles muy diferentes pero con una complicidad que se convierte en el mejor aliado cuando la historia discurre por derroteros parsimoniosos. Por un lado Russell Crowe, con unos pretendido kilos de más nos ofrece su lado más tranquilo y sosegado, en una interpretación a priori sencilla, pero con ráfagas de autenticidad que la experiencia le está otorgando. Enfrente, o a su lado en función del momento físico o emocional en que hablemos, nos encontramos con Leonardo Di Caprio, en un papel muy similar (demasiado) al que interpetara (con bastante acierto) en “Diamantes de sangre” que si bien al inicio resulta interesante, con el discurrir de la historia se va transformando en una burda caricatura cargado de irreal romanticismo, lejos de lo que debiera ser un auténtico agente de la CIA en una de las misiones más importantes del Departamento. Pese a ello su trabajo es destacable, como ya lo fuera en aquella película de Edward Zwick.

Sin intención de quitarle ningún mérito a la irreprochable ejecución técnica del director británico destacable en no pocas ocasiones del film, sí podemos afirmar que en la recentísima “American Gangster” se encontraba bastante más inspirado, y probablemente con mayor motivación que para este proyecto que posee todas las características de flojo producto comercial con escasa acción y gran protagonismos del estelar y destacado (por el nombre) reparto.

Si bien es cierto, que no nos veremos en vueltos en una red de mentira cinematográfica, y sí más bien un film con cierto aroma a cine scottiano, y por tanto poco defraudable, lo cierto es que se esperaba algo más de un cineasta que crea tantas expectativas como decepciones y del que siempre se esperará otra obra maestra como “Blade Runner”. Seguiremos esperando.

sergio_roma00@yahoo.es

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