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Crítica de: Intruders

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La sombra del miedo

Tal es el nivel que hasta el momento ha demostrado Juan Carlos Fresnadillo en sus dos únicas películas anteriores (“Intacto”, “28 Semanas Después”) que un nuevo proyecto suyo y además del mismo género que los anteriores es toda una garantía de al menos algo interesante. Y el resultado final en este caso, vuelve a cumplir las expectativas.
Aunque la película podrías encasillarse en el género del terror, lo cierto es que en el suspense es donde se encuentra más cómodo. “Intruders” a pesar de beber de diversas fuentes es una película muy personal, que juega entre la realidad y la ficción con una extremada habilidad y domina registros que normalmente no se parecían en otras películas del mismo tipo.

Tras un guión (Jaime Marqués, Nicolás Casariego) Fresnadillo encuentra el molde esencial para destapar su caja de experimentos cinematográficos, y sobre todo disfrutar desarrollando una historia que permite varios prismas y múltiples maneras de contarla. La manera por la que ha optado Fresnadillo, sin duda alguna es la más estimulante. Desde dos puntos de vista, desde dos espacios distantes, la historia se desarrolla de manera paralela. Los extraños sucesos que le suceden a un niño en España se reflejan en los extraños sucesos que le suceden a otra niña en Inglaterra, y dos padres angustiados como satélites imprescindibles de ambas historias.

La angustia, el miedo, la pérdida o el dolor son las bases en las que se mueve “Intruders” y son las características que reúnen un guión que está estupendamente configurado para terminar –como buena película del género- en un final que gustará a muchos y dejará indiferente a muy pocos.

Tanto interpretaciones (correctísimo Clive Owen en un papel a medida) como fotografía (Enrique Chediak consigue alternar sombras irreales con cotidianas escenas de manera sustancia) como montaje (Nacho Ruiz resultará fundamental a la hora de combinar dos historias paralelas sin que el espectador pierda una visión general de lo que sucede) e incluso la música (Roque Baños se confirma como un auténtico especialista) aprueban con nota cada cual en sus respectivas funciones, pero la combinación de todo en su conjunto deja un ligero tono insípido que impiden que nos hallemos ante una gran obra de género. La historia no pierde intensidad en ningún momento, pero sí adolece en algún instante de algo más de brillantez en cuanto a fuerza narrativa se refiere por una lado, y en cuanto a magnetismo dramático imprescindible en su fase de realismo cotidiano por otro lado, dejando que la historia por momentos esté a punto de perderse en una marea incomprensiblemente abstracta.

Aún así, estamos sin duda ante una gran película de suspense y ante una ocasión única de disfrutar en el cine con una historia suculenta y de alta categoría a todos los niveles.


sergio_roma00@yahoo.es
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Crítica de: Somewhere

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Círculo vicioso

Hace un año, una simple, pero a ratos divertida comedia llamada en nuestro país “Todo sobre mi desmadre” trataba el mismo tema que “Somewhere”, la vida privada de una estrella popular con sus venturas y desventuras, con sus ventajas e inconvenientes. Evidentemente nada tiene que ver aquella película con esta salvo el tema, pero sí resulta curiosa las diferentes maneras (y géneros) que pueden encontrarse a la hora de abordar un tema.


Si la película de Nicholas Stoller era un simple divertimento sin mayor pretensión de trascendencia, la última película de Sofia Coppola peca precisamente de lo contrario, de buscar una trascendencia tan exacerbada que en ocasiones se queda en terreno muerto o escasamente fértil.

Johny Marco es un popular actor que se ha dejado llevar de la manera más rutinaria por los excesos y que lleva una vida que podría ser la envidia de la mitad de los mortales. Pero bajo esa capa de éxito, es donde Sofia Coppola (que firma también el guión) se encarga de arañar cuidadosamente en busca de alma interna tanto de su vida como de la película en sí. Y en esa labor, la realizadora emplea todos los medios con los que más cómoda se siente, donde con más fluidez le gusta contar sus historias. En ese sentido podemos encontrar ciertos guiños de su anterior y escasa filmografía.
En sus películas, Sofia Coppola se preocupa de manera casi obsesiva por indagar sobre el mundo interior de los personajes, por mirar más allá de su reflejo público, y por encontrar respuestas que quizás ni el mismo personaje conozca o aparente no conocer. Para ello, opta por crear, de manera muy acertada e inteligente, cierto halo de misterio, que si bien comienza por la vida personal e íntima de los personajes, acaba atrapando a toda la película, convirtiéndola en una nebulosa de sensaciones y de enigmas cotidianos.

Aquellas “Virgenes Suicidas” que tanto nos inquietaron, una inusual “María Antonieta” víctima tanto de la época como de sus miedos, pero sobre todo aquellos Charlotte y Bob (magníficamente interpretados por Scarlett Johansson y Bill Murray) confluyendo en mundos paralelos aparentemente distintos pero con tanto en común, en la estupenda “Lost in Translation”. Hay mucho en común en cada uno de esos personajes y en ciertos climas de cada película, especialmente en “Lost in Translation” donde escapar de la rutina, navegar contra marea o buscar alternativas se convierten en tablas de salvación a veces utópicas pero siempre necesarias.

Johny Marco necesita un giro radical en su vida aunque quizás no lo sepa todavía. La aparición casi casual de su hija en unos puntuales capítulos de su vida puede que sirvan para darle a conocer otro lado diferente de la vida, otro prisma por el que observar su personal mundo.

Sofia Coppola, de manera muy sutil se limita a desarrollar la historia sin apenas inmiscuirse en los personajes, dejándolos navegar por aguas tibias y sin sobresaltos y lo hace con un lenguaje fílmico pausado, lineal y monótono que corre el riesgo (como en ocasiones sucede) de resultar demasiado plano.

Aún así, la historia mantiene el interés en casi todo el metraje, está rodada con firmeza, mucha clase y gran dominio de los tiempos, y sólo se echa un falta algo más de calor, de intensidad, de emoción.

Vuelve a darse suma importancia a la música, y casi siempre de muchísima actualidad y modernidad con bandas como la francesa “Phoenix”, “Foo Fighters” o “The Strokes”, que junto con los interesantes y originales planos conforman un sello inconfundible y fresco de la directora neoyorkina.

Quien se sienta atraído por su secuencia inicial, un coche dando vueltas y vueltas a lo largo de una circular carretera, además de buscarle posteriormente una respuesta metafórica, seguramente se sienta satisfecho con el resultado de la película, que no es ni mucho menos, para paladares convencionales, pero que supone un paso más en la carrera de una cineasta que tiene visos de ser más que interesante.


sergio_roma00@yahoo.es
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Crítica de: La piel que habito

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Mujer al borde de un ataque de nervios

Aunque el título de esta crítica pudiera parecer un paralelismo entre “La Piel que Habito” y “Mujeres al Borde de un Ataque de Nervios”, nada más lejos de la realidad, ya que los 21 años que median entre ambas películas son suficientes para distinguir una radical viraje en el cine de Pedro Almodóvar que ahondando en terrenos cercanos al suspense e incluso thriller poco habitual en su cine, finalmente desemboca en una esencia cinematográfica tan personal como auténtica, tan controvertida como esencial.

El director manchego, consciente de la libertad con la que juega en estos momentos, experimenta diferentes registros sin perder su particular visión, y en líneas generales no naufraga en ningún momento, y su cine se mantiene con la misma consistencia como si de un debutante ambicioso se tratase, y con el mismo oficio que caracteriza toda su magnífica filmografía, demostrando que está apto para saludar con auténtico atrevimiento al nuevo milenio, echando incluso la vista atrás a conceptos y arquetipos clásicos.

No conviene contar mucho de “La Piel que Habito” ya que la película nos reserva más de una sorpresa. Almodóvar se encarga de manera muy precisa de mostrarnos a una mujer encerrada en una habitación (Elena Anaya) ante la atenta mirada y escrutinio de un reconocido cirujano experimentando en beneficio de la ciencia. Poco más se debe contar, ya que la estupenda manera de narrar (jugando de manera hábil con los tiempos) nos irá hilando el resto de la historia hasta trasladarnos a la resolución de incógnitas como solo Almodóvar sabe hacer y sabe “manipular”.

Todo en “La Piel que Habito” nos conduce a una gran obra en sus inicios. La intensidad se mantiene en el transcurso de la historia, y su final nos deja un buen sabor de boca y no decepciona en absoluto a pesar del listón tan alto que debe ir superando nuestro director más internacional. Pero hay ciertos aspectos que impiden que nos hallemos ante un paso más de gigante, ante una monumental película, ante la gran película que todo el mundo espera.

Por un lado, Antonio Banderas, aunque correcto, no consigue nunca que nos olvidemos del icono hollywoodiense que tanto le caracteriza, y ante esta adversidad cuesta horrores tomarle en serio como el personaje que desarrolla merecería, por lo que en este sentido nos encontramos ante una renqueante pata de la mesa que impide la firmeza de la película. No podemos decir lo mismo del estupendo trabajo de una sensacional Elena Anaya que consigue transmitir al milímetro lo que el personaje requiere e incluso va más allá en cuanto a sugerencia e imaginación. Probablemente el mejor trabajo de una actriz que crece a pasos agigantados.

Sin nada que objetar a los secundarios (excepto que Marisa Paredes a pesar de la excelencia de sus trabajos, resulta demasiado evidente en el cine de almodoviano) el lado interpretativo, tan importante en este director (probablemente el mejor director de actrices del mundo) vuelve a tener su peso importante, y en este sentido no se consigue la necesaria complicidad que la película requiere y necesita.
A pesar de esto, la historia interesa, se mantiene con firmeza a lo largo de las dos horas de metraje en lo que supone una personalísima adaptación de novela, y en líneas generales, gusta.

Ligero cambio de registro de un director solvente, que sin llegar en ningún momento a defraudar, no logra superar ni igualar registros pasados, pero de igual modo vuelve a demostrar que apenas tiene rival en su campo de juego, y que se mueve con plena fluidez en el cine contemporáneo, adaptándose, experimentando, sorprendiendo y sobre todo fascinando.


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