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Crítica de: Valkiria

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La dura lucha por acabar con Hitler


Sobre el emocionante tema del intento de asesinato de Hitler, ha habido algunos discretos acercamientos, tanto en cine como sobre todo en literatura. En nuestro país se ha publicado la biografía del coronel Stauffenberg por parte del escritor Joachim Kramarz, y hay varios ensayos al respecto. El mundo del celuloide también se ha hecho eco, con películas como “Sucedió el 20 de julio” (1955) de Georg Wilhelm o “Complot para matar a Hitler” (1990) de Lawrence Schiller. Ninguna de ellas ha tenido especial relevancia, como tampoco debiera tenerla en exceso la actual “Valikiria”. Y es que, como bien dicen sus propios protagonistas, hay que separar claramente la ficción del documental; el puro cine del rigor histórico, y en este camino se flojea en lo primero y lamentablemente en lo segundo.

Ya de por sí, la elección de Bryan Singer como director, y el diseño de carteles y trailers sobre el film, supone toda una declaración de intenciones de lo que se pretende mostrar, y en especial de la manera en que se quiere tratar este asunto.

La operación Valkiria, diseñada para acabar con la vida de Hitler por parte de un sector muy crítico con sus actuaciones, es una historia sumamente interesante que bien manejada podría convertirse en un hecho apasionante, a pesar de que se trate de un suceso del que evidentemente ya conocemos el final.
Hay tanto que se puede contar acerca de ello y tal cantidad de enfoques, que nos encontramos con un verdadero filón para cualquier realizador con un mínimo de inquietudes y altas pretensiones. Por desgracia no es el caso en absoluto, y nos encontramos por un lado con una encomiable labor de documentación que ciertamente se ve plasmada en la película en algunos aspectos, en un sincero intento de fidelidad con los hechos históricos, hasta el punto de mantener algunos escenarios reales. Pero por otro lado, hay una escasa profundización en aspectos muy relevantes para el devenir de toda la historia. El hecho de que apenas se aporten datos sobre la vida y forma de pensar del Coronel Stauffenberg, nos impide conectar directamente con su causa y sobre todo con sus motivaciones, aunque por razones de inercia histórica las conozcamos perfectamente. Y del mismo modo, la facilidad con la que se reclutan altos cargos militares y civiles para el intento de golpe de estado nos impide apreciar y valorar la trascendencia de aquellas actuaciones en personas que estaban poniendo en riesgo su vida por un ideal muy concreto y loable.

Si a todo esto le sumamos el error que supone que papeles que debieran ser eminentemente alemanes estén interpretados por caras popularmente conocidas en el mundo de Hollywood, sin que una sobresaliente interpretación pudiera anular dicho hándicap, nos encontramos con que la credibilidad y el rigor histórico de dicha película se derrumban tanto o más que los vanos intentos de acabar con la vida del Führer. En este sentido, y ya que todo el peso de la película recae en Tom Cruise, también es en él en que debe caer lógicamente todo el peso de la crítica, en lo que supone una interpretación bastante plana, y con pocas dosis de autenticidad, necesaria para acometer un papel tan complicado. Agradable resulta en cambio volver a encontrarse con la sensual perla holandesa Carice van Houten que ya brillase con luz propia en “El libro negro” de Paul Verhoeven, y que en este caso la veamos en un papel bastante más pequeño y no especialmente destacable. Tampoco la interpretación de Hitler está a la altura que requiere, y nos resulta inevitable la comparación con la magistral y poderosa interpretación de Bruno Ganz, en el Hitler de "El hundimiento".

Como no podía ser de otra forma, la efectiva mano de Brian Singer se aprecia en algunas aspectos nada desdeñables, como son una ambientación muy aceptable y sobre todo un elevado grado de emoción que en ocasiones consigue equilibrar el bajo interés que pudiera ir adquiriendo la narración.
La película, viene precedida -como no en pocas ocasiones- de una cierta expectación debido a la participación de Tom Cruise en el proyecto y sobre todo a la ya clásica promoción excesiva para este tipo de producciones. Pero por desgracia y tras el visionado, todo se queda en fuego de artificio y mero producto entretenido para disfrutar de una historia que al menos, en algunos sentidos resulta cuando menos interesante.

sergio_roma00@yahoo.es

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Crítica de: La clase

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Entre los muros

Que en plena era digital, donde probablemente en breve asistamos a una revolución en cuanto al concepto que se tiene del cine, aparezcan películas como “La clase” (“Entre les murs”) y obtengan la aceptación del público y el reconocimiento de la crítica me parece que dice mucho de la buena salud actual del cine, y sobre todo refleja un esperanzador mensaje de cara al futuro.

“La clase” se desmarca de cualquier estereotipo de cine convencional (que nadie se espere encontrar algo similar a "Mentes peligrosas") y se integra directamente en un tipo de cine en el que las fronteras entre ficción y documental se diluyen, o son tan imperceptibles que en ocasiones cuesta reconocer ambos modelos de manera separada. En este sentido se encuadra dentro de una larga tradición que incluyen obras maestras de neorrealismo como “Roma, ciudad abierta” de Rosellini, o la habilidad para la captación de momentos sumamente improvisados de Miguel Gomes o Raya Martín, y sobre todo la manera en que ha logrado fusionar ambos términos el genial cineasta chino Zhang-ke, autor de obras como “Naturaleza muerta”.

La película, basada en la novela del escritor (y protagonista de la película) François Bégaudeau sobre la vida en las aulas, se configura como un relato cuasi documental, acerca de un año escolar de una clase concreta con sus correspondientes alumnos y profesor o tutor.

Existe una evidente apariencia de improvisación e interpretación natural, debido en gran medida a que los alumnos son reales, de ese mismo colegio y no se trata por tanto de actores profesionales. Pero paradójicamente todo está perfectamente ensayado, y se basa en un guión que si bien en un comienzo parece no poseer ninguna línea narrativa, poco a poco va adquiriendo tanto argumento dramático como cierta tensión impredecible. En este sentido, el director Laurent Cantet tuvo muy claro qué es lo qué quería y cómo lo quería conseguir, y si bien juega con esa baza de espontaneidad de la que se nutre en todo momento también tiene claro un punto a dónde quiere llegar y los elementos que conformarán dicha travesía. Para ello echa mano sustancialmente de primeros planos, en un claro intento de aislar a los personajes, jugando con la profundidad de campo y el desenfoque.

Dentro de la clase, Cantet empleó tres cámaras de Vídeo HD; una enfocando en todo momento al profesor, otra al alumno que en ese momento está hablando, y una tercera, quizás la más importante que se dedica a captar aquellos pequeños y cotidianos detalles que permiten un acercamiento a la realidad cotidiana. Momentos impredecibles, nada calculados y abiertamente indiscretos que incluyen miradas, movimientos, gestos e incluso actitudes que ayudan –mediante un adecuado montaje- a conseguir un conjunto esencial de lo que sucede en una sencilla clase de una escuela pública cualquiera. Para apoyar el concepto de ficción, Cantet se inventa un personaje (niño inmigrante poco integrado) que será el eje central de la película a través del cuál se configuren varios e interesantes debates y reflexiones. Sin exaltaciones dramáticas, con una ficción despojada de todo artificio y con un punto de vista objetivo, y distante que permite la observación plena y transparente.

La historia no sólo constituye un argumento dramático, sino que supone en cierto modo una denuncia, o toque de atención a un sistema educativo que poco a poco va perdiendo valores, y que se enfrenta a las dificultades que supone impartir educación, así como la falta de autoridad de profesores que se muestran impotentes ante situaciones adversar y en múltiples ocasiones inevitables. Una preocupación que ya compartió su compatriota Bertrand Tavernier en la magnífica “Hoy empieza todo”, en una similar realización.

También se plantea en gran medida una reflexión sobre la pertenencia a una comunidad, ya desde muy pequeños y los problemas que ello conlleva a niños donde su personalidad se está formando, y en un ambiente naturalmente mestizo, y en ocasiones abiertamente hostil.

Todo está perfectamente cuidado, tratado con mucho tacto y con la profesionalidad de quién quiere mostrar la esencia misma de un sistema educativo a través de una mirada sincera. Para ello confluyen ficción y documental, en un informal intercambio de códigos, que tanto recuerdan al genial cineasta iraní Abbas Kiarostami en películas como “Y la vida continúa”.

No es de extrañar por tanto que la película tuviese tan buena acogida en el Festival de Cannes (Palma de Oro), y opte al Oscar a la película extranjera.

Por lo pronto se presenta en nuestras carteleras como una interesante, agradable y sobre todo esencial propuesta de un cineasta comprometido y un cine donde ficción y documental mantienen un pulso permanente bajo la atenta y desafiante mirada de unos muros que encierran aprendizajes, disputas , decepciones, y por supuesto sueños.


sergio_roma00@yahoo.es

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Crítica de: Cuando ella me encontró

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Cuando la vida da un vuelco inesperado

A quién no le ha ocurrido que llevando una vida tradicionalmente normal y apacible, de repente y sin previo aviso todo se viene al traste y se cambia el concepto de casi todo en un giro de ciento ochenta grados. Es algo consustancial en este extraño y recién estrenado siglo XXI y también es algo intrínseco al ser humano lo que conlleva no pocos problemas de convivencia. A grandes rasgos, esto es lo que propone Helen Hunt, en su primera incursión como directora, sobre un personaje (April, interpretado por ella misma) que en un momento concreto de su vida, y con búsqueda casi obsesiva por ser madre, descubre como su marido la abandona y aparece en su vida su auténtica madre.

Una comedia romántica, al más puro estilo hollywodiense, que bebe de no pocas y en general flojas referencias y que se digiere como una amable, efectiva y poco ambiciosa producción norteamericana. La conocida y respetada actriz Helen Hunt toma el testigo de la afición de algunos de sus compañeros en cuanto a pasar de interpretar a dirigir, pero lo hace de una manera discreta, casi anodina.

La historia, basada en una conocida novela de Elinor Lipman podría llegar a resultar interesante, y el comienzo da pie a ello, pero a medida que se va desarrollando una sensación de decepción se va apoderando, lenta y sigilosamente hasta vernos inmersos en algo ya conocido, cien veces visto y en definitiva poco atractivo.

Salvan por momentos la película algún personaje, como Ben, (Matthew Broderick) el marido del April, del que intuyo se podría haber sacado bastante más provecho y haber indagado más sobre sus decisiones y sus miedos. Tampoco hay lugar a queja respecto a la interpretación Colin Firth, en un papel cómodo y con un personaje curioso pero en ocasiones poco creíble. La misma Helen Hunt se reserva el papel principal, en un personaje con cierto aire al de “Mejor imposible”, pero algo más reflexivo y quizás más atractivo. Aunque se muestre más arrebatadora encarnando a Darcy (“En qué piensan las mujeres”) o sobre todo a Fitz (“La maldición del escorpión de Jade”), personajes con los que logra transmitir más y mejores sensaciones. Mención aparte merece la arquetípica y varias veces cansina Bette Midler en un papel desafortunado por su mediocridad y sobre todo su desagradable frivolidad, recordando a su pequeño papel en “Cómo conquistar Hollywood”. Sin duda alguna, uno de los grandes errores del film.

Aunque pudiera tratarse de un capricho de actriz acomodada y con buena posición económica, lo cierto es que se aprecia un loable ejercicio de intenciones y una capacidad para componer una historia sin excesivos artificios. Una ópera prima que sin llegar ni mucho menos a deslumbrar contiene tientes de buen estilo y ganas de crear un mundo personal y humano con moldes propios y ligeras referencias claramente identificables. Si bien el resultado no es tan destacable como se hubiese esperado, sí cabe esperar algo interesante de Hunt, si es que prosigue con su carrera tras la cámara.

Aunque nos hallemos ante una prescindible comedia romántica, también se puede reservar para momentos sin mucho apetito (cinematográfico) y con ganas de dejarse llevar en una historia cotidiana, sencilla y en ciertos momentos divertida.


sergio_roma00@yahoo.es


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Crítica de: El intercambio

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La lucha hasta el final de una madre coraje



Si hay alguien en estos momentos capaz de capturar una historia real y transformarla en una buena película ese es sin duda Clint Eastwood. Y nos llega esta tremenda historia por los pelos, ya que fue rescatada de unos antiquísimos archivos a punto de quemarse, por parte del periodista y guionista del film J. Michael Straczynski. Una historia real, cruda y especialmente conmovedora que cuenta la historia de una auténtica madre coraje (Christine Collins) a la que la arrebatan su hijo. Al cabo de unos meses el niño aparece, pero para la madre ese no es su hijo, y al fin y al cabo ¿quién mejor que una madre sabe quién es su retoño? ¿O es que realmente la desesperación ha hecho volverse loca? Estas cuestiones y alguna que otra más harán que la película adquiera un vertiginoso ritmo que no desciende en ningún momento y que permite una tensión adecuada y absorbente.

El gran acierto de esta producción es, como ya he comentado, contar para su dirección con un maestro como Clint Eastwood, valorado de manera unánime ahora por todos, y vilipendiado en no pocas ocasiones por sus primeros trabajos. A pesar de las controversias que ha generado su cine, tras “Sin perdón” (sin olvidar la magnífica “Bird”) no cabe duda que su carrera dio un verdadero salto ascendente que le mantiene en la cresta de una ola de buen cine y gran aceptación popular y de crítica. Eastwood ha utilizado todos los elementos necesarios para crear una gran película al más puro estilo clásico, incluido un cuidadísimo tacto a la hora de tratar el tema en todas sus vertientes así como un tiempo narrativo manejado con auténtica destreza y con gran sentido estético.

Otra de las grandes bazas con las que se ha contado es sin duda la pareja principal de actores. Por un lado John Malkovich, en un brillante y duro papel que ha acometido con soltura y madurez. Por otro lado, la siempre exuberante Angelina Jolie en un trabajo que bien pudiera hacer que la veamos de nuevo en la alfombra roja, pero con un papel que por físico y por clichés previamente adoptados por esta actriz hacen perder algo de credibilidad a Christine Collins. Su trabajo en general es encomiable salvo alguna escena de sobreactuación, pero creo que no se trata de un acierto la elección de esta actriz para un papel tan complicado. Aún así, la película no baja enteros por este detalle, y a buen seguro a muchos le gustará su presencia en esta película.

Todos los demás cumplen con su cometido de manera correcta, en una historia que va creciendo minuto a minuto y que nos depara sorpresas hasta el último momento, además de momentos emotivos, en ocasiones duros, y siempre en un clima de estricta seriedad narrativa. Nada es casual y nada se escapa de las manos del director norteamericano, y todo lo superfluo queda a un lado para centrarse en misterios, emociones, intrigas y sentimientos que serán el eje central de toda la inquietante historia.

No se trata de la mejor obra de Eastwood, pero sin duda alguna estamos ante una nueva perla en la brillante carrera de este director –por fortuna- incansable.


sergio_roma00@yahoo.es