Crítica de: Balada triste de trompeta

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Todos los juguetes sobre la mesa


Si algo caracteriza el cine de Alex de la Iglesia es quizás su poderosa atracción posmoderna a base de artificios estrambóticos. El exceso y esa capacidad de búsqueda de lo sorpresivo, lo arrebatador, hacen de Alex uno de los cineastas más destacables en el plano nacional, y también internacional. Su interesante filmografía tiene varios rasgos en común, y algunos de ellos, se reencuentran en esta película, confirmando un sello tan particular como inimitable.
De “Muertos de risa” tenemos la lucha entre dos personajes (esta vez payasos en lugar de humoristas), así como de “La Comunidad” podemos disfrutar nuevamente de una galería de personajes secundarios imprescindibles, y un humor negro terriblemente divertido.

El problema es que hay otros aspectos que resultan menos agradables, debido a su repetición. Esos finales siempre tan al límite (casi idéntico en este caso al de “La Comunidad” o “El día de la bestia”) nos hacen ingresar en un incómodo “dejau vu” que sólo puede funcionar para alguien que es virgen en el visionado de la filmografía del director. Es en este sentido es decepcionante no encontrar alternativas que puedan asombrar o no vislumbrar caminos alternativos por los que dirigirse sin ningún tipo de complejos. Finales excesivos, cargados de acción y emoción (a veces edulcorada) que en ocasiones demuestran el talento (innegable) del director en cuanto a su capacidad de transmitir y de generar cine, pero en líneas generales pierden efectividad a base de ser excesivamente reconocible.

La película no puede tener un influjo más poderoso ya desde el comienzo, con unos títulos de crédito realmente sensacionales en cuanto a música y en cuanto a imagen. Tras ellos la Guerra Civil. Es aquí donde la película comienza cojeando debido a la poca verosimilitud del relato histórico y sobre todo de los personajes. El humor se mezcla con la historia de una manera un tanto extraña, que no funciona ni por el sentido cómico ni por el trágico o dramático, a pesar de los esfuerzos de secundarios como Fran Perea o Fernando Guillén. El discurrir de esta “balada” mantiene cierto interés y aunque continua con irregularidades, en líneas generales contiene cierto atractivo especialmente para los que anteriormente hayan disfrutado con el cine del director Alex de la Iglesia.

Son sin duda los dos actores principales, Carlos Areces sensacional y sobre todo Antonio de la Torre en absoluto estado de gracia los que dan el mejor tono a la película, los que sostienen todo el metraje con gallardía y los que hacen medianamente bueno un guión que parece no caminar con pie demasiado firme. En cambio Carolina Bang, a pesar de tener en sus manos un papel jugoso, no consigue darle la consistencia suficiente como para ponerse al nivel de su dos compañeros.

Para los amantes del cine de Alex, será una nueva oportunidad de disfrutar si no se le busca tres pies al gato, o al payaso, qué duda cabe. Para los que busquen un grado más de exigencia puede resultar decepcionante. En general triunfará en taquilla, pero dejará el sabor amargo de la oportunidad perdida, aún pareciendo haber puesto toda la carne en el asador, o todos los juguetes encima de la mesa.


sergio_roma00@yahoo.es

1 Cine-Comentarios:

  1. Anónimo dijo...:

    No estoy muy seguro de haber visto la misma película...los títulos de crédito son ciertamente impresionantes, Antonio de la Torre tiene una presencia impactante, y para mí ahí acaba todo: "Balada" me parece un exceso sin pies ni cabeza, sin tronco narrativo siquiera; mera excusa para tirarle al espectador a la cara una colección de cromos que en su mayoría -además- resulta que están ya repetidos ("El día de la Bestia", "La Comunidad", "Muertos de Risa"...)y que no van a ninguna parte. Santiago Segura (por favor, digámoslo ya) es un tío muy simpático pero un pésimo actor, Carlos Areces no transmite nada, Carolina Bang es guapísima pero no actriz, y el coro secundario es el más-de-lo-mismo que Berlanga dejó como herencia a un cine (el nuestro) que no se repondrá nunca de su pérdida, ni de la mera imitación exagerada como única respuesta. Costumbrismo y disparate, violencia ridícula y pretexto político de cartón-piedra...lo siento, pero me parece tan mala que casi duele.

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