Crítica de: A Propósito de Llewyn Davis

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El cantautor errante

La combinación de los hermanos Joel David Coen y Ethan Jesse Coen, ya sea en la dirección, en el guión o en la producción, lleva tiempo dejándonos verdaderas joyas del cine estadounidense. Títulos como “Sangre Fácil”, “Arizona Baby”, “Muerte entre las Flores”, “Barton Fink”, “Fargo”, “El Gran Lebowski”, “El Hombre que Nunca Estuvo Allí”, “No Es País Para Viejos” o las recientes “Un Tipo Serio” o “Valor de Ley (2010)” son por derecho propio títulos imprescindibles del cine y en general han creado una filmografía casi impecable dentro del panorama independiente norteamericano. Sus portentosos diálogos, sus sorprendentes guiones y su manera de dirigir un cine negro crepuscular con Estados Unidos como telón de fondo se han ganado el respeto de público y crítica, siendo un ejemplo no muy frecuente.



Todo en torno a esta última película de los hermanos Coen “Inside Llewyn Davis” (incomprensible y triste el por qué se ha tenido que traducir el título de esta película al castellano cuando el título original hace referencia a un apartado importante de la historia) huele a añejo, a folk, a la América profunda de los años sesenta, donde todo eran contradicciones y sueños por cumplir. En este entorno, un cantautor de folk llamado Llewyn Davis lucha por sobrevivir, por conseguir hacerse un hueco en el mundo de la música y en definitiva por un reconocimiento que en virtud de sus canciones se merece. No lo va a tener fácil; tiene que vivir de cama en cama, de sofá en sofá gracias a las ayudas de familiares y amigos hasta que le llegue la hora de la gran oportunidad, de presentarse a una gran compañía para ofrecer su trabajo y su talento.

Para contar esta interesante historia, los hermanos Cohen se han basado en las memorias “The Mayor of MacDougal Street” del músico y activista Dave Van Ronk. Y además de esto, también la banda sonora ha contado con un buen puñado de versiones de temas del propio Dave Van Ronk, interpretadas en su mayoría por el actor protagonista Oscar Isaac y por Justin Timberlake principalmente. Evidentemente la música resulta una parte fundamental en este film, y todo él está rodeado de temas folk que resultan imprescindibles en la mayoría de pasajes en los que se desarrolla y que además ayudan a entender ciertas circunstancias ya sea por el tono musical como por las mismas letras. Además hay una indudable calidad en todos y cada uno de los temas lo cual ayuda a que la película aumente de nivel y se desarrolle dentro de un clima sesentero imprescindible para la comprensión de motivaciones y sueños que los Coen se han encargado de manera brillante de exponer en una historia donde la melancolía y la esperanza se dan la mano en un entorno humilde y semi oscuro. Tan sólo la película adolece de algo más de intensidad narrativa en una historia donde el dramatismo si bien está patente, no termina de ser determinante. Pero continúan los ricos diálogos, la acertada fotografía y la sublime dirección a la que nos tienen acostumbrados, para lograr una película que en todos y cada uno de los aspectos resulta casi impecable.

Se podría decir que lo han vuelto a lograr, aunque esto sería demasiado reiterativo a estas alturas de su carrera, por lo que simplemente cabe decir que mantienen (afortunadamente) su línea.



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