Crítica de: Tan fuerte tan cerca

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La llave de Oskar

Era evidente que una tragedia de tal magnitud como lo que ocurrió el 11 de Septiembre de 2001 en Estados Unidos iba a tener su eco en el cine a través de diferentes géneros y de diferentes puntos de vista. El incómodo Michael Moore realizó una extraordinaria película documental que le valió la Palma de Oro en el Festival de Cannes y que dejaba entrever lo que podía haber detrás de aquel atentado (“Fahrenheit 9/11”). Así mismo, uno de los mejores acercamientos al atentado desde el mismo eje fue “United 93” en un magnífico ejercicio de dirección. Lamentablemente no podemos olvidar la nefasta aportación de Oliver Stone en la patriota y nada interesante “Worls Trade Center” que apenar aportó nada al asunto. Pero en el 2002, tan sólo un año después once cineastas realizaban un estupendo trabajo de estilo, aportando cada uno de ellos (Tanovic, Ken Loach, Iñarritu, Gitai, Sean Penn, Imamura, etc) su particular punto de vista y su personal reflejo tras una cámara.

Ahora nos llega el trabajo de un cineasta que se ha ganado el crédito a pulso con tres trabajos anteriores excepcionales. Su debut con “Billy Elliot” sorprendió por su frescura y su manera de conseguir de la diferencia una virtud, y de la excepción un privilegio, a través del mundo de la danza. “Las horas” es una sensacional narración a tres bandas que gustó tanto a crítica como a público. Y con “The reader” Stephen Daldry se ganaba finalmente una reputación y respeto que permitían esperar mucho de esta última película. Estas tres películas tienen varios nexos en común. Daldry observa la infancia como una plataforma para experimentar, pero también para investigar sobre las posibilidades que ofrece y para cuestionar aspectos apenas inamovibles. Rebeldía e inconformismo son probablemente los motores que unen este particular mundo infantil y que Daldry ha vuelto a emplear en esta interesante “Tan fuerte, tan cerca”.

Oskar Schell es un niño bastante peculiar (magníficamente interpretado por el joven Thomas Horn), que vive en un mundo particular y muy relacionado con su padre (protagonizado por un Tom Hanks que junto con Sandra Bullock se presentan como dos secundarios de lujo). El atentado del 11-S cambiará su vida para siempre, pero además le permitirá realizar la mayor expedición jamás emprendida y quizás la más arriesgada (junto con un estupendo Max Von Sydow en un breve pero soberbio trabajo).

La película pretende narrarse con bastante tacto, intentando no incurrir en lágrima fácil ni en sentimentalismo demasiado condescendiente. Lo malo es que no siempre lo consigue y la película en ocasiones se convierte en demasiado líneal y con un dramatismo excesivamente recurrente. Por fortuna estos momentos son escasos, y lo que de verdad prevalece es una nueva lección de estilo. Una nueva manera de trasladar una novela al cine de manera más que correcta y una pequeña ventana donde acudir a contemplar con cierta tristeza uno de los muchos diminutos capítulos que pudieran haber ocurrido en aquella tragedia tan trascendente. Alexandre Desplat con una maravillosa música acompaña una película que en términos generales deja un buen sabor de boca, que si bien no es la película definitiva sobre los atentados de Nueva York, sí es una pequeña pieza de un puzle que puede aportar una interesante mirada a lo que fue una sinrazón.


sergio_roma00@yahoo.es
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