Crítica de: Prometheus

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En busca de respuestas

Dada la extensa (aunque irregular) trayectoria del director de cine británico Ridley Scott, en vísperas de un nuevo estreno suyo como mínimo se esperan dos cosas: un espectáculo fílmico, producto altamente entretenido (algo que suele garantizar, como ya hiciese con Alien, Thelma & Louise, Gladiator, Hannibal o Red de Meniras) o un nuevo clásico (algo que sucedió en 1982 con Blade Runner, película que en su tiempo no tuvo ni mucho menos el reconocimiento que tiene en este momento).
Mucho me temo que aunque pasen veinte años, “Prometheus” nunca se va a convertir en un clásico de la talla de “Blade Runner”, pero lo que es seguro es que cumple con la primera premisa: es un espectáculo fílmico de proporciones muy elevadas.
Con un presupuesto de ciento treinta millones de dólares, y una materia prima tan interesante, las expectativas sobre esta película son las máximas, y teniendo en cuenta que la película se presenta como una precuela del primer gran éxito de Scott (Alien, el octavo pasajero), la asistencia a salas está garantizada sobre una razonable perspectiva de plena diversión cinematográfica.

Con el más que interesante inicio, previo a los créditos iniciales, “Prometheus” promete, valga la redundancia. El espectáculo visual además de estético y el suspense que acontece nos confirman que estamos cuando menos ante una película que va a proporcionarnos gratos minutos de cine. El desarrollo de la misma sigue manteniendo un buen nivel, y se podría decir que este nivel no decae en prácticamente ningún momento, manteniendo la tensión necesaria, el interés ineludible y el entretenimiento básico en un grado más que aceptable y plausible. Si a esto le unimos unos efectos especiales realmente deslumbrantes, con unas imágenes en 3D que (esta vez sí) merecen la pena, y unas interpretaciones imponentes (especialmente Noomi Rapace y Michael Fassbender) ya de por sí podíamos estar hablando de una película grande.

El problema surge cuando, como espectador ambicioso y exigente, esperamos algo más en cuanto a guión se refiere, y es aquí donde “Prometheus” lamentablemente naufraga, o más bien se estrella. Situándonos en el año 2089, los arqueólogos Elizabeth Shaw y Charlie Holloway descubren en distintas civilizaciones signos comunes, un mismo mapa estelar que interpretan como una invitación de lo que podrían ser nuestros padres. Con esta idea, la empresa privada Corporación Weyland decide emprender un viaje a bordo de la nave Prometheus al planeta donde probablemente se puedan encontrar signos y sobre todo respuestas de otra civilización, de nuestros orígenes. Con esta premisa no cabe duda de que la película se presenta más que interesante, pero como ya sucediese con “Avatar” se deja excesivamente de lado el desarrollo narrativo, el fondo, y se intensifica el desarrollo visual, la forma, dejándonos a las puertas de un monumento a la ciencia ficción y quedándose en un producto de consumo intenso, pero rápido y efímero.

Con todo, no cabe otra que recomendar abiertamente la película, que aunque no cumpla plenamente las expectativas marcadas aburrirá a muy pocos y en general deslumbrará a casi todos con un tratamiento elegante de la tecnología 3D una seriedad y respeto en cuanto a los conceptos de la ciencia ficción y sobre todo un regreso a aquella ventana abierta que un día quedó y que nos invita nuevamente al particular universo que Ridley Scott abrió en “Alien” y que 33 años después ha querido retomar con la solvencia de un director contrastado y con la categoría de un mago del cine del entretenimiento.



sergio_roma00@yahoo.es
twitter: @sergio_roma

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