Crítica de: Todos Tenemos un Plan

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Todos tenemos un plan

El debut cinematográfico de la argentina Ana Piterbarg es bastante meritorio en varios aspectos que conviene destacar más adelante, pero de igual modo se aprecian ciertas limitaciones propias de un debutante que impiden que hablemos de una obra mayor dentro del género del thriller, donde Argentina está exportando interesantes muestras de talento.

La vida de Agustín (Viggo Mortensen) lejos de ser todo lo plena que quisiera en una ciudad como Buenos Aires, no atraviesa por su mejor momento, anclado de manera excesiva en una rutina poco placentera y con la nada deseada paternidad inminente. Inesperadamente, la llegada de su hermano gemelo Pedro (interpretado por el mismo Viggo Mortensen) cambiará por completo sus rutinarios planes y le embarcará en un viaje con diversos riesgos y sobre todo pocas opciones, pero seguramente del gusto de Agustín que poco tiene que perder.

La película está planteada intencionadamente de manera oscura, enigmática, de ritmo lento y de continuos enigmas latentes propios de un género tratado con exquisito respeto. A pesar de esto, la película en ningún momento atraviesa por el delicado filo del aburrimiento y mantiene en todo su tramo la tensión suficiente para que la historia no se derrame en un angosto panorama de decadencias sin sustancia. Ello no impide que una mirada apasionada hacia el thriller más innato nos descubra que se echan en falta ciertos aspectos que nos hubiesen permitido hablar de una obra más interesante y que nos hubiesen dejado mejor sabor de boca.

Aún así conviene destacar los méritos de Piterbarg a la hora de emprender un proyecto complicado, un guión con giros poco esperados y un desarrollo complejo. La directora argentina emplea para ello una manera de narrar elegante donde priman los planos sobrios y se aleja de escenas excesivamente melodramáticas para emprender el camino del suspense de la manera más natural posible y otorgándole un tono en algunos momentos abstractos y en otros estrictamente enigmáticos.

Dicho todo lo anterior lo mejor de la película lo encontramos en la soberbia interpretación de Viggo Mortensen, por partida doble, dando vida a dos hermanos gemelos y logrando un trabajo sobresaliente que consigue por sí solo mantener la película siempre en un nivel destacado. A su lado, y en una interpretación más breve pero igualmente notable nos encontramos con Soledad Villamil (“El secreto de sus ojos”) aportando la cara más débil del relato y por tanto también la más dramática. Daniel Fanego cumple igualmente bien con su cometido de villano y la cara amable y dulce aportada por Sofía Gala completan un reparto inmejorable dentro de un marco inmejorable para aportar lo mejor de uno mismo en el terreno interpretativo.

Todos Tenemos un Plan, según la propia película, algunos perfectamente trazado y otros por descubrir pero siempre al amparo de un destino que en no pocas ocasiones se nos presenta traicionero y cruel.


sergio_roma00@yahoo.es
Twitter: sergio_roma

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