Crítica de: Django Desencadenado

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Un héroe de leyenda

Incluyendo el extraño, original y digno homenaje que supuso “Death Proof”, la trayectoria de Quentin Tarantino se puede catalogar de espectacular en muchos sentidos, pero principalmente destacará siempre como un cineasta que reinventando un género ha sabido crear un sello tan personal como inimitable (no RZA, no aprendiste nada), convirtiéndose en un cineasta que levanta como pocos elevadas expectativas con cada proyecto que emprende. Si la magnífica “Reservoir Dogs” y la obra maestra “Pulp Fiction” supusieron un insuperable arranque, “Jackie Brown”, Kill Bill (I y II) y la mencionada “Death Proof” fueron la confirmación de un talento fuera de lo común, con una manera de hacer cine para partiendo de numerosas influencias admiradas y reconocidas por él mismo conseguir un conjunto de elementos característicos con los que lograr notables películas que gustan casi de manera unánime a crítica como a público, algo realmente complicado de lograr. Con “Malditos bastardos” daba la impresión de que el de Tenesse emprendía una nueva andadura en cuanto al tratamiento histórico de su historia y también en cuanto a una especie de venganza redentora que incluía la modificación a su antojo de los acontecimientos históricos logrando una especie de liberación espiritual. Pues bien, con “Django Desencadenado” Tarantino continúa en esa línea, acercándose en esta ocasión al desagradable drama de la esclavitud en Estados Unidos y poniendo a su manera sus particulares puntos sobre sus íes, aunque en este caso no se trate de personajes históricos reales.

Para esta nueva empresa Tarantino despliega nuevamente todo su arsenal fílmico, con una facilidad y sencillez casi insultante. Y la primera poderosísima arma que utiliza es la interpretación. Volver a contar nuevamente con Christoph Waltz, resultaba casi una obligación, habida cuenta de que se trata de su “descubridor” y de que ha demostrado con creces que se trata de una garantía de éxito. Y Waltz lo vuelve a lograr. Aunque ahora es el bueno, su manera de manejar la ironía, el ácido humor y los matices más perversos hacen que nos hallemos de nuevo ante una lección de interpretación y en el secundario de lujo capaz de hacer sombra al protagonista. Un protagonista (Jamie Foxx) que sin duda está a la altura esperada, que habrá disfrutado de lo lindo con un papel que le costará olvidar, y que logra algo tan difícil como mantener el equilibrio de la película y no desentonar ante actores consagrados como el mismo Waltz, Leonardo DiCaprio o Samuel L. Jackson. Estos dos últimos destacan de manera sobresaliente también aunque por distintos motivos. El primero, realizando un serio trabajo de negrero arrogante, consigue focalizar la importancia de la historia en su tramo final y lejos de apariencias engañosas nos muestra el lado más irreverente que su faceta interpretativa alguna vez nos ha acostumbrado. Un brillante e imprescindible trabajo. El segundo nos sorprende agradablemente. En una transversal mutación poco corriente y en papel distinto a lo que había presentado antes en la gran pantalla Samuel L. Jackson sabe mezclar perfectamente la comedia (el personaje se aviene a ello con su particular estructura caricaturesca) como la tensión de determinados momentos, donde incluso podría llevar a confusión, siendo altamente convincente, sin caer nunca en la delgada línea de la ridiculez. Mención aparte suponen la incorporación de Don Johnson (¿nueva resurrección?) en un trabajo más que aceptable y los dos cameos casi obligados. Por un lado la participación en un corto papel de Franco Nero, el Django de 1966 de Sergio Corbucci, se trata evidentemente un homenaje más a este tipo de western. Y como no, la propia participación de Tarantino, en lo que supone un nuevo ejemplo de nefasta interpretación pero que a buen seguro a pocos disgustará, reservándose además una despedida “a lo grande”.

Vuelve a contar con Robert Richardson en la fotografía, garantizando imágenes impactantes y familiares en el cine de Tarantino, así como algún plano realmente espectacular. Aunque podía haberlo hecho, porque tiene sobrada libertad para ello, Tarantino ha preferido no recrearse excesivamente en imágenes escabrosas, más que lo necesario para mostrar la crueldad de la esclavitud y lo injusto de algunas situaciones. A pesar de esto, claro que vamos a encontrar tiros, sangre y explosiones, como no podía ser de otra manera, pero todo en su justa medida, si es que se puede emplear esta expresión hablando de Quentin Tarantino.
Tampoco podemos olvidar otro de los capítulos esenciales de su cine: la música. En este último trabajo vuelve a ser realmente magnífica. Adaptada perfectamente a la película, nos vamos a encontrar con verdaderas joyas en un compendio musical que engloba tanto temas con aroma clásico como el principal “Django theme” o “La corsa” de Luis Bacalov, pasando por música clásica, hip hop o soul, sin olvidar por supuesto la auténtica maravilla que es “Ancora Qui” interpretada deliciosamente por Elisa Toffoli y compuesta majestuosamente para esta película porEnnio Morricone. Una nueva banda sonora imprescindible que no sólo eleva la calidad del film sino que nuevamente nos vuelve a “descubrir” sobresalientes temas arrinconados y nos permite disfrutar de una música tanto de manera paralela como independiente a la película.

Nos encontramos por tanto ante un evidente homenaje al western de serie B al estilo Tarantino, con todo lo que eso conlleva, en un digno tributo también (aunque no le haya gustado o no lo haya visto así Spike Lee en una actitud que denota más bien envidia por no poder haber podido firmar nunca un producto similar) al tema de la esclavitud y a toda esa gente que sufrió por ello y que luchó por su erradicación, reflejado en la figura de Django. Un esclavo que marcado brutalmente por el pasado de sus anteriores dueños le llevará de manera casual a convertirse junto al doctor Dr. King Schultz en un cazarrecompensas, y de este modo intentar cumplir sus particulares venganzas y su añorado sueño.

Un relato dinámico (en ningún momento se hace larga a pesar de las dos horas y media de metraje), divertido (impagable la escena de varios negreros discutiendo cuando van a la caza nocturna de Django al comienzo de la película), impactante y con tantos elementos atractivos que toda en sí resulta un auténtico goce y una ocasión irrenunciable para disfrutar del cine sin ningún tipo de escrúpulo y con la certeza de hallarnos ante una marca de garantía. Una marca registrada.


sergio_roma00@yahoo.es
twitter: @sergio_roma

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