Crítica de: En la Casa

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Hogar, imaginario hogar

Resulta estimulante hoy en día encontrase con una película que fascina, divierte, entretiene y permite cierto tipo de reflexiones de las que cuesta evadirse y que globalmente consiguen una participación íntima tan importante y trascendental entre espectador y película que la misma queda impregnada por largo tiempo en la memoria.

Y ello se logra en base a unos personajes perfectamente construidos, a una historia (basada en la obra de teatro de Juan Mayorga) trazada con sutileza, aportando la dosis justa de realismo mágico como para lograr un acercamiento impregnado de guiños cómplices y de sutiles pistas que nos permitan seguir la historia con sumo placer.

Y a todo esto nos tiene acostumbrados el extraordinario cineasta François Ozon en sus anteriores trabajos, consiguiendo con esta película lograr su cima personal y presentando un producto que si bien está llamado a funcionar discretamente bien en taquilla convencional, sus armas más poderosas se las reserva para espectadores más exigentes.

Cuando Germain, "amargado" (según su alumno predilecto) profesor de francés, hastiado de tanta redacción simple y banal de sus alumnos, se encuentra con un fascinante texto que concluye con el siempre excitante "continuará", quedará tan enganchado a esa forma de escribir, al contenido de la historia y al enigma emergente, que al conocer al alumno autor de dicha historia (Claude) se creará un vínculo tan fuerte que marcará su vida para siempre de manera casi inmediata y sin apenas darse cuenta y no sólo en él sino en la vida de su propia mujer a la que las gotas literarias también le salpicarán de manera imprevista.

Ozon juega con la historia, se divierte y experimenta empleando mecanismos prestados de Ingmar Bergman y posteriormente de Woody Allen en cuanto a la introducción del personaje real oyente en la propia historia imaginaria, y aderezándolo todo con propios juegos malabares en los que se siente cómodo y hace disfrutar al espectador sin turbarle en ningún momento y permitiendo una excitante complicidad que mantendrá a lo largo de toda la película.

La actriz más llamativa que encabeza el reparto, Kristin Scott Thomas realiza un discreto aunque importante papel secundario, pero son Fabrice Luchini y el joven Ernst Umhauer los que llevan el peso de la historia con bastante brillantez, como no podía ser de otra forma tratándose de dos personajes tan importantes y decisivos para que el relato adquiriera el grado necesario de credibilidad.

Humor, emoción, drama e incluso intriga se mezclan con absoluta fluidez en esta brillante película que aún bebiendo de fuentes diversas contiene la huella de autor de un cineasta que pese a su juventud posee ya una larga lista de cintas destacables y un futuro más que prometedor.


serguio_roma00@yahoo.es
twitter: sergio_roma

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