Crítica de: Salvajes

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Drogas, mafia y descontrol

El cineasta neoyorkino Oliver Stone es especialista en ofrecernos cal y arena a partes iguales y en corto intervalo de tiempo. Para muestra tenemos las fascinantes “Platoon”, “Wall Street”, “Nacido el 4 de Julio”, “JFK: Caso Abierto”, “The Doors”, “Asesinos Natos” o “Giro al Infierno”, y por otro lado, las no tan fascinantes “Persona non grata”, “Alejandro Magno (2004)”, “World Trade Center” que coinciden con su última etapa, siendo esta última película un nefasto y aburrido proyecto sobre lo ocurrido el 11-S.

En esta ocasión nos encontramos con un Oliver Stone intermedio dentro de esa seleccionada filmografía, de modo que no faltarán los momentos aburridos tal y como ocurriese en la mencionada “World Trade Center”, pero tampoco andarán escasos momentos de emoción y violencia desenfadada como ya pudimos disfrutar en “Asesinos Natos”. Jugando desde el comienzo a caballo ganador, llevando a la pantalla la novela homónima de Don Winslow (verdadero escritor especialista en thrillers sobre mafia y drogas, como la estupenda “El poder del perro”), Stone organiza toda la historia contenida en la novela a su particular manera de entender el cine y nos envuelve sin ningún tipo de miramientos adicionales en todo un thriller emocionante y enérgico, que gustará en mayor o menor medida a todo aquel que disfrute con este tipo de películas. A su vez, nos presenta la particular historia de amor entre Ben, Chun y O, protagonizados por Emile Hirsch, Taylor Kitsch, Blake Lively que se encuadran en el lado bueno de la película, encontrándonos en el lado malo y salvaje a Elena y Lado (Benicio Del Toro y Salma Hayek) y en un punto intermedio al corrupto comisario Denis (John Travolta). Ninguno de ellos realiza un papel estelar o brillante, ayudando en todo caso a que la película tenga ritmo y las interpretaciones se ajusten a la historia, y en términos comerciales a completar un cartel bastante atractivo.

Los tres protagonistas principales se dedican al cultivo de drogas y posterior tráfico, lo que les ha dado una posición privilegiada en el mercado y una situación económica envidiable. El problema surge cuando la competencia, el cartel mexicano, decide que es necesaria la expansión en su zona. A partir de este momento la película entra en una dinámica vertiginosa de clásicos momentos contrarreloj, secuestros, muertes, explosiones y todo tipo de artificios con los que evidentemente Stone disfruta y por momentos hace disfrutar al espectador. Lástima que todo esto también vaya acompañado de situaciones algo caóticas, secuencias poco creíbles (alguna irrisoria) y ajustes en el guión mal resueltos.

Por tanto, y como decíamos al comienzo, si en el cine de Oliver Stone encontramos una de cal y otra de arena, lo mismo sucede con esta última película, donde encontrar el equilibrio se antoja complicado y donde quizás la balanza se decante más por una película atractiva en base a la existencia garantizada de espectáculo fílmico made in Stone.


sergio_roma00@yahoo.es
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