Crítica de: Un profeta

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Pequeño gran hombre

El subgénero del cine carcelario ha gozado de una excelente forma en este último año, y el ejemplo más reciente lo tenemos en nuestro país con la excelente “Celda 211” de Daniel Monzón. Nada que ver con aquella pero con ciertos puntos similares, “Un profeta” es una de las mejores películas de los últimos tiempos dentro de este controvertido subgénero, y sin lugar a dudas una de las mejores películas del año. El interior de una cárcel, y el mundo del hampa en Francia son la base en la que se estructura esta película. En torno a esto último, ya el cine francés se había acercado antes con gran acierto en películas como “El clan de los sicilianos” de José Giovanni con aquel brillante Alain Delon o Borsalino de Jacques Deray también con la participación de Delon y Belmondo. Pero sin duda alguna, “Un profeta” contiene notables elementos que la hacen sobresalir por méritos propios.

La historia puede resultar conocida, inicialmente previsible y quizás algo seca en su arranque, pero sin duda comienza a crecer a pasos agigantados del mismo modo que lo hace el protagonista Malik El Djebena. Condenado a seis años de cárcel, y con tan sólo 19 años, conocerá de primera mano la dureza del internamiento y tendrá que abrirse paso con astucia, paciencia y sobre todo inteligencia en una salvaje jungla donde la única palabra válida es la supervivencia.

A pesar de haber visitado muchas cárceles, el extraordinario realizador Jacques Audiard (“Un héroe muy discreto”, “De latir mi corazón se ha parado”) no logró encontrar el escenario adecuado, y eso ya de por sí supuso un esfuerzo añadido a la hora de lograr una escenografía cualificada y acorde con la historia que pretendía contar: la mafia desde la más estricta intimidad. El campo más personal y a la vez trascendente de una estructura dinámica y en continua evolución que lucha por mantenerse en el poder cueste lo que cueste. Los corsos, son en este caso los amos del terreno carcelario, pero tendrán en frente a lo que de por sí es un reflejo del moderno eje multicultural que encierra la sociedad francesa actual. Para ello, Audiard empleará una amplia gama de lenguas (tal y como hizo con acierto Tarantino en “Malditos Bastardos”) y un extenso abanico de enfoques cada cual más complejo y a su vez más interesante.

“Un profeta” está contemplado desde la perspectiva de dos planos profunda e inteligentemente mezclados. Por un lado el puro thriller carcelario resuelto con solvencia, no exento de espectacularidad cuando la escena lo requiere, pero siempre fiel a una naturalidad y realismo acorde con toda la estructura general. Y por otro lado, y de manera indiferenciable su enorme carga social. La exposición misma de la historia, y en concreto del exiguo rincón carcelario como inmensa metáfora de toda una sociedad contemporánea en plena ebullición, conforman un oscuro y ruidoso mundo de delincuencia planeando sobre todos los estratos de esa –en ocasiones- ciega sociedad. La película se mueve desde dentro (de la cárcel) hacia fuera con enorme habilidad, delimitando términos como libertad, ambición, oportunidad y derrota. Audiar nos diseña un complejo mapa físico y humano, cargado de valores, emociones y mucha tensión. Y con ello logra de una manera evidentemente pretendida reflejar todo un universo de valores envueltos por la sobria capa de la desesperación y la situación límite que dará lugar a unas duras situaciones y a unos momentos profundamente humanos.

Pero sin duda alguna es Malik, es auténtico eje de toda la película y en torno al cual girará todo lo anteriormente mencionado y a su vez un inusual y complejo mundo interior a punto de estallar. La interpretación de Tahar Rahim para dar vida a este personaje es sencillamente magistral, desde principio a fin y le otorga un plus de calidad al film que habría que destacar abiertamente. Pero lo realmente extraordinario es la maestría con la que Audiard emplea al personaje para fortalecer el relato y añadirle todo aquello que considera necesario. En este sentido, logra acaparar la atención en torno a él desde un primer momento y lo va empujando y ascendiendo al son que desea, transportando con él una elevada carga de función moral, esquemas estrictamente dramáticos y un tono crudo y carnal de una situación auténtica y carente de artificios. El personaje de Malik es aparentemente infranqueable. Personal y de una difícil conexión inicial que el director francés resuelve con aparente facilidad y extremada pericia, convirtiendo los momentos oníricos y fantásticos que tiene la película en una ventana abierta a su particular cosmos íntimo, a lo que piensa y por lo que realmente sufre. También sería conveniente destacar la extraña relación paterno-filial que se crea entre Malik y César (jefe de los corsos) y que marcará el devenir y la conclusión de esta magnífica película.

Cine de alta escuela, de celdas que gritan bajo las noches de soledad, en un marco multicultural, violento y de profundas connotaciones sociales.


sergio_roma00@yahoo.es

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