Crítica de: Control

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Perder el control de la conciencia

Empleando técnicas puras y eficaces del videoclip, junto con aciertos narrativos, un buen reparto e interesante escenas, el debutante director Anton Corbijn nos presenta un más que aceptable biopic sobre la vida de Ian Curtis, y su banda Joy Division que triunfara allá por los años 70.

Todo parece cuidado al detalle y la pretensión de profundidad veracidad sólo se ve enturbiada por un guión (testimonios de su viuda) que da la impresión de no ajustarse a la realidad de una estrella de rock, que apenas tiene más problemas que los amatorios. Huele por tanto a un exceso de conservadurismo a la hora de emprender el trabajo biográfico.

Esto no empaña un resultado final excelente, muy efectivo y que sobresale principalmente por unos elementos formales apropiados y una majestuosa interpretación de Sam Riley en un papel que pareciera hecho a su medida y que da buena muestra de una preparación acorde con su profesionalidad. Una magnífica mutación personal y músical.

Un proyecto llevado a cabo con el acierto de elegir lo mejor y más apropiado tanto en el reparto como en el aspecto formal y que convierten esta sobria historia en un brillante retrato impresionista que gustará aunque no se conozca apenas nada de la banda.



sergio_roma00@yahoo.es

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