Crítica de: Fish Tank

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Quince complicados años


Cuando se habla se sucesores de Ken Loach, (con el que estuvimos no hace mucho tiempo en la rueda de prensa de su última película “Buscando a Erick”) hay que estar siempre alerta y mantener cierta perspectiva al respecto, puesto que nos hallamos ante uno de los mejores directores de cine social contemporáneo. Buscar y mantener su estilo, puede que no resulte a priori demasiado complicado, pero conseguir los resultados tan eficaces es lo que sin duda alguna se antoja difícil.

Andrea Arnold ya nos sorprendió con su primer largo (“Red Road”) y demostró una capacidad para indagar en lo más profundo de la soledad humana y urbana, al tiempo de conquistar una pequeña parcela intuitiva donde observar se convertía en un ejercicio de alevosa curiosidad crítica que desembocaba en un turbio enredo sentimental. Con todo, se vislumbraba una habilidad innata para enfocar a los personajes bajo una sombría luz, siempre en la búsqueda de la claridad más tenue posible. Acertó plenamente en aquella ocasión, y por ello se esperaba bastante de este segundo trabajo.

En “Fish Tank”, Arnold retoma el enfoque social y humano en esta ocasión con una adolescente de quince años y multitud de conflictos internos en torno a ella. Arnold, reincide en la búsqueda de la soledad menos deseada pero inevitable. Recurriendo a actores muy poco conocidos, persigue esa naturalidad y desencanto que guardan los barrios bajos de cualquier ciudad cosmopolita. Coloca hábilmente la cámara como un mero y silencioso observador, dejando que los personajes desarrollen su particular día a día dentro de un destino confuso y marcado por la falta de recursos. En este entorno desestructurado, es donde Arnold se maneja con especial soltura, sin desmarcarse de las influencias del citado Loach, o de Jean-Pierre Dardenne y Luc Dardenne, deja entrever un territorio propio y personal en el que consigue una ligera marca de distinción.

La magnífica interpretación de una desconocida Katie Jarvis consigue trascender lo puramente dramático para asentarse con extremada sencillez en un particular protagonismo cargado de autenticidad sorprendentemente madura.

Estamos pues ante una buena muestra de cine hecho desde la más estricta humildad, con ese acento anglosajón que escarba en lo profundo del estigma social automatizado y con la elegancia de quién quiere contar una historia sin pecar en desmedidos ornamentos suburbanos.


sergio_roma00@yahoo.es

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