Crítica de: Cuerpos especiales

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Vaya par…

La fórmula no es ni mucho menos nueva: se buscan dos personajes extremos, dos polos opuestos, se les deja interactuar en un escenario común y se esperan los resultados en un guión básico o sencillo. Cuando esos personajes tienen fuerza, y quienes los interpretan son buenos actores, nos encontraremos normalmente con divertidas comedias. Si los personajes son pobres, y los actores malos, tendremos con toda seguridad una película ridícula y aburrida, como es la comedia que nos ocupa.

Y resulta una gran decepción comprobar cómo Paul Feig firma una película tan pobre, habiendo rodado tan sólo dos años antes la estupenda “La Boda de mi mejor amiga”. La gran diferencia, sin duda alguna, la encontramos en el guión y en las interpretaciones (ya que tanto en música como en fotografía vuelve a contar con los mismos Michael Andrews y Robert D. Yeoman respectivamente). Si en aquella el guión era de Kristen Wiig y Annie Mumolo, en una historia cargada de situaciones divertidas y con un desenlace incierto, en esta ocasión el guión lo firman Lee Eisenberg, Katie Dippold y Gene Stupnitsky, en una historia simple, previsible y sin gracia. Si en aquella ocasión, la interpretación principal corría a cargo también de Kristen Wiig en un papel extraordinario y apoyado muy correctamente en Maya Rudolph, en esta ocasión tenemos a la casi siempre mal actriz Sandra Bullock en un papel ridículo, y apoyada muy pobremente por Melissa McCarthy en un grotesco y exagerado papel. Ambas policías, no serán capaces, casi en ningún momento de arrancarnos una sonrisa de nuestra boca con un mínimo de gracia o de inteligencia. Precisamente el personaje de Melissa McCarthy (Shannon Mullins) está prácticamente calcado de aquel que también interpretase en “La Boda de mi mejor amiga” (Megan), aunque en aquella, el personaje sin ser el más divertido, tenía sus momentos interesantes.

La historia es sencilla a más no poder: policía pija del FBI que le toca trabajar con chusca policía local, para resolver un caso de tráfico de drogas. No hay nada más.
Lo único que puede salvar una historia así es un guión cargado de momentos al menos entretenidos o unas interpretaciones realmente divertidas. No es el caso en ninguno de los dos aspectos, y por tanto no hay quién salve esta historia que cae por su propio peso y que nos deja un sabor bastante amargo, yendo directamente al capítulo de la memoria donde clasificar a “películas olvidables”.


sergio_roma00@yahoo.es
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